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Agresiones sexuales

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AGRESIONES SEXUALES<br />

A la dificultad de las mujeres migradas para responder asertivamente a las agresiones, se<br />

suma la experiencia de sentirse señaladas y marcadas con un estereotipo racista, sobre<br />

todo quienes tienen origen latinoamericano y más aún las mujeres mulatas, que les acarrea<br />

nuevas agresiones.<br />

Muchas veces los hombres españoles van a discotecas donde hay mujeres sudamericanas<br />

porque creen que somos más «facilonas», porque se supone que estamos buscando papeles o<br />

porque nos encanta el acento español, y suponen que estamos hartas de los machos latinos y<br />

ya de último, porque se piensan que aguantamos más fácilmente tantas tonterías (G. mujeres<br />

migradas 2).<br />

Las calles también se convierten en territorio hostil. El aspecto físico «exótico», o sea, diferente»<br />

hace a las mujeres migradas susceptibles de agresiones en la calle que quizás ya no<br />

viven las mujeres autóctonas: «Yo estaba de pie, esperando, cuando viene un hombre y me<br />

dice “cuanto por el polvo”. Yo no entendía de que me hablaba, acababa de llegar, no sabía…<br />

me asusté mucho» (G. mujeres migradas 2).<br />

«C» iba por la calle cuando un viejecito le dijo que estaba jamona y que le<br />

daba 1.000 euros por estar con él, a lo que ella respondió que ella le daba<br />

2.000 euros para que se callara. «Me hizo más bien gracia el viejecito», dijo.<br />

«B» respondió con menos humor a la anécdota diciendo que no le veía la<br />

gracia «porque esos hombres son los peores, son los que más abusan».<br />

La conjunción de tantas vivencias de agresión y tan pocas oportunidades para hablar de<br />

ellas, refuerza el miedo con el que migraron, el miedo de cambiarse de trabajo (donde<br />

aguantan condiciones laborales precarias), el miedo a la calle, el miedo a sus compatriotas,<br />

el miedo a los hombres de aquí, el miedo a la noche, el miedo a la policía que las<br />

puede deportar… ¿Y qué hacen con tanto miedo? Sus estrategias es ir más rápido, «no lo<br />

piensas, sale solo», con cara seria o como de mala leche, ignorar, no verlos, no salir… o<br />

la más frecuente: aguantar.<br />

6.5.4. «No venís a trabajar… venís a prostituiros o a calmarnos las ganas»<br />

Varias de las mujeres migradas habían recorrido ya otras ciudades europeas, y para algunas<br />

Bilbao o Vitoria no fueron sus destinos primeros. Sin embargo, decían que aquí vivían<br />

situaciones particulares de acoso y agresión que caracterizamos de tres maneras.<br />

6.5.4.1. La identificación de la inmigración femenina con la prostitución<br />

«A los hombres españoles se les ha metido en la cabeza que las mujeres latinas somos<br />

prostitutas y que a eso venimos», comentan varias mujeres y esa afirmación da pie para<br />

que se sucedan las anécdotas de acoso en la calle, en las discotecas, al teléfono. La mayoría<br />

de las mujeres se siente humillada con esa identificación. Aunque se apresuran también<br />

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