Agresiones sexuales
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Las propuestas que se desprenden de esta investigación recogen las aportadas por las personas<br />
consultadas y las que hace el equipo de Sortzen. Su naturaleza es de diversa índole,<br />
puesto que hemos recogido las distintas preocupaciones de las y los participantes en los<br />
grupos de discusión, las técnicas y técnicos de los distintos servicios y las asociaciones feministas.<br />
También retomamos algunas de las experiencias recopiladas en el Banco de Buenas<br />
Prácticas que creemos que son susceptibles de transferencia a la realidad de la CAE.<br />
Hemos dividido las propuestas en tres categorías: las relativas a la manera de enfocar las<br />
agresiones, las que tienen que ver con políticas de atención y las referidas a políticas de<br />
prevención.<br />
9.1. SOBRE EL ENFOQUE DE LAS AGRESIONES SEXUALES<br />
Las asociaciones feministas plantean la urgencia de desmontar el mito, todavía vigente, del<br />
impacto de la violación en la vida de las mujeres. No es lo peor que le puede pasar a una<br />
mujer, dicen; es una experiencia con un fuerte impacto emocional y, por eso mismo, las<br />
mujeres no deben ser estigmatizadas.<br />
Hasta ahora, la única manera de evitar el estigma de ser «la violada» ha sido el silencio. Sin<br />
embargo, este silencio revictimiza a quienes han sufrido esta agresión. Es imperativo, pues,<br />
desmontar la consideración de la violación y las agresiones <strong>sexuales</strong> como hechos <strong>sexuales</strong>,<br />
y ubicarlos como actos de dominio de los hombres justificados por el discurso del miedo.<br />
a) La responsabilidad del agresor<br />
Es fundamental poner en el centro del análisis al agresor, no como un enfermo ni<br />
como un hombre poseído por un deseo sexual incontenible. Es un hombre que lleva<br />
al límite su capacidad de imponerse sobre una mujer porque puede, porque ha sido<br />
educado en la autorización de su dominio sobre las mujeres y porque él cree que es<br />
suya, y sólo suya, la potestad de poner límites y de transgredirlos.<br />
En este sentido, además de reconocer el papel de la violencia en la construcción de la<br />
masculinidad hegemónica, es importante generar discursos que enfaticen la voluntad<br />
de los agresores, es decir, que realcen su capacidad y voluntad personal de decidir<br />
cuándo y a quién agredir. Se trata de un hecho consciente que no es producto de un<br />
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