Agresiones sexuales
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6. RESULTADOS<br />
El debate sobre los límites mostró la confusión que existe entre los menos jóvenes. No creen<br />
que sólo se trate de relaciones de poder sino también de falta de autocontrol del deseo y<br />
de frustración de algunos ante las negativas que reciben. Varios insisten en la necesidad de<br />
establecer cuáles son los mínimos para considerar que una conducta es agresión sexual, o<br />
de lo contrario sienten que les resultará imposible relacionarse con las chicas; otros señalan<br />
que las «verdaderas» agresiones <strong>sexuales</strong> son aquéllas cometidas en el seno del hogar,<br />
que son mayoría y no salen a la luz: «Es más fácil decir que un desconocido me ha violado,<br />
que decir que lo ha hecho tu padre» (G. chicos 1).<br />
Llama la atención que ninguno conoce la legislación sobre violencia y creen que sólo está<br />
penalizada la violación, aunque no la definen exclusivamente como una penetración forzada.<br />
Hay quien expresa que «no hay que mezclar las agresiones <strong>sexuales</strong> con la violencia<br />
de género» porque son dos conductas distintas y lo peor que puede pasar es aumentar la<br />
confusión sobre estos temas. En resumen, los chicos de este grupo están confusos y no son<br />
capaces de establecer criterios sobre qué es y qué no es una agresión sexual.<br />
También expresan diversas opiniones sobre las causas y consecuencias de las agresiones.<br />
La calificación del agresor como enfermo o como persona normal, por ejemplo, ocupó buena<br />
parte de la discusión con resultados confusos: mientras algunos se niegan a aceptar la<br />
normalidad del agresor, otros manifiestan que incluso un padre de familia «normal» puede<br />
ser un agresor sexual. En el punto más álgido del debate algunos plantearon que incluso<br />
los allí presentes han podido ser agresores <strong>sexuales</strong>, al menos verbalmente, en cualquier<br />
momento de su vida.<br />
Tampoco tienen claro si la nacionalidad es un rasgo distintivo de los agresores, aunque parecen<br />
estar de acuerdo en que se da más publicidad al hecho cuando el responsable es un<br />
inmigrante, particularmente si es un chico marroquí. Opinan, en general, que la cultura o<br />
el sector social influyen más que la procedencia nacional del agresor. La «educación defectuosa»,<br />
la falta de empatía, la frustración infantil y el contexto socio-económico difícil o<br />
marginal, son algunas de las causas que según ellos influyen más para que un hombre cometa<br />
una agresión. Pero no todos los participantes están de acuerdo con esta caracterización,<br />
porque consideran que «muchos violadores son gente de posición económica elevada»<br />
y que lo que tal conducta busca, en el fondo, es dominar a la mujer.<br />
A la pregunta de cuál sería su respuesta si una mujer cercana les contase que ha sido agredida,<br />
una primera respuesta fue: «Preguntarle si está segura, porque igual te lo cuenta y<br />
visto desde fuera no es una agresión, aunque ella se haya sentido mal» (G. chicos 1). Sin<br />
embargo, muchos otros hablan de que intentarían comprenderla, tranquilizarla, y en algún<br />
caso proponerle que denuncie. Del mismo modo, ante la circunstancia de que ellos se encuentren<br />
presenciando la agresión, (en el ambiente de ocio, por ejemplo), algún chico afirma:<br />
«Lo mejor cuando ves un caso de agresión es coger a la chica y llevártela para protegerla<br />
del agresor» (G. chicos 1).<br />
Algunos creen que la edad de las víctimas aumenta el riesgo de que sean agredidas y ubican<br />
a las más jóvenes (entre 14 y 18 años) como «más fáciles de engañar» y más susceptibles<br />
a la amenaza. Otros argumentan que no influye tanto la edad como el tipo de relación<br />
de pareja, la cultura o la clase social de las chicas. En cualquier caso, creen que la