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UN MENSAJE A MODO <strong>DE</strong> PRÓLOGO 9<br />

cia de un desarrollo tecnológico, originados en el sorprendente avance producido<br />

en los años que han seguido a la Segunda Guerra Mundial. Esos problemas<br />

surgen en el presente por causa de la oposición en que se encuentran en algunos<br />

países, hombres y mujeres que trabajan; jóvenes a los que se les niega el<br />

derecho al trabajo, impidiéndoles participar en los beneficios de una sociedad en<br />

la que ellos quieren ocupar un lugar que no sea el de simples espectadores en la<br />

distribución de los bienes, y aquellos otros trabajadores a los que por causa de<br />

su nacionalidad o raza se les coloca en situación de inferioridad, en el mercado<br />

del trabajo, frente a los indígenas.<br />

Cuando la mujer dejó de ser un simple objeto sexual y ocupó un puesto en<br />

el mundo del trabajo, al menos en la letra de la ley, logró cierta igualdad juridíca<br />

en la que se compatibilizaban derechos políticos y laborales con funciones originadas<br />

en la propia naturaleza de los seres humanos que daban a aquélla determinados<br />

privilegios y deberes. El papel que desempeña como madre tiene en la<br />

vida social aspectos que no pueden pasar inadvertidos. De un pasado, en el que<br />

el sometimiento de la mujer al hombre era absoluto, ha seguido un presente de<br />

liberación, que constituye verdad innegable en el llamado Mundo Occidental.<br />

Esto, sin embargo, constituye ficción en los estados colectivístas, como en otros<br />

que no lo son, en los que a la mujer se la ha colocado dentro de la actividad laboral<br />

en un rango inferior, el que corresponde a los individuos peor dotados física<br />

e intelectualmente. Las tareas menos rentables, los trabajos penosos, los lugares<br />

más ingratos son ocupados por la mujer, por la débil mujer, que no cuenta<br />

con poderosos sindicatos que la defiendan ni con gobiernos paternalistas que la<br />

protejan.<br />

A ese antagonismo, por razón del sexo, se opone otro por causa de la<br />

edad. El joven trabajador, que quiere inicíar su camino para el logro de un<br />

salario, se encuentra con los puestos de trabajos ocupados por otro que en la<br />

plenitud de sus fuerzas físicas e intelectuales, defiende con garras su posición<br />

de privilegio; los ancianos, que después de haber dado los mejores años de su<br />

vida a la actividad productora, se ven desplazados por aquellos cuya vitalidad<br />

es razón decisiva para su valoración en el mercado del trabajo. Es la ruptura<br />

de los moldes tradicionales sustituidos por otros en los que el egoísmo prevalece;<br />

es el espectáculo doloroso de los jóvenes que quieren poner su capacidad<br />

productora al servicio de una actividad en la que sobran los ancianos que han<br />

vivido demasiado y alcanzado ese límite de edad en que el individuo deja de ser<br />

necesario. Jóvenes, ancianos y mujeres son, hoy por hoy, el esquema, el armazón,<br />

de un nuevo problema social, originado en una sociedad en la que abundan<br />

los bienes materiales, pero en la que se han olvidado otros de carácter ético<br />

y moral, entre ellos la solidaridad de los seres humanos.<br />

Atraídos por un nivel de vida más generoso, para ellos y para los suyos, son<br />

hoy millones de trabajadores que emigran de su propio país para ganar difícilmente<br />

un puesto de trabajo que los habrá de colocar en el más bajo nivel de la<br />

escala pr<strong>of</strong>esional, reservadas las tareas más ingratas y peor rentadas a esos<br />

nuevos parias que están obligados a sentirse satisfechos por permitirseles realizar<br />

el trabajo que el indígena rechaza. Ya no son los coolis chinos, escoria de<br />

los puertos asiáticos, síno los trabajadores extranjeros que nutren los grandes

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