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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
Justificaba su deriva hacia la superficialidad como jugada estratégica. Desde su<br />
punto de vista, sólo había dos maneras de acceder a Damen. Una era a través de<br />
Petula y su pandilla. Pero dada la reputación de Charlotte, o más bien la ausencia de<br />
ella, las probabilidades eran ciertamente escasas. Aquellas chicas siempre habían<br />
sido populares. Y lo iban a ser siempre. Es más, la esencia misma de la popularidad<br />
radicaba en su cualidad de inalcanzable. No era algo a lo que uno pudiera optar o<br />
que pudiera conseguir. Era algo que le era otorgado a uno; cómo o por quién, pensó<br />
Charlotte, era todo un misterio.<br />
Pero, y era aquí donde el plan de actuación de Charlotte adquiría tintes más<br />
sutiles, si lograba un aspecto lo suficientemente parecido al de Petula y las Wendys, si<br />
conseguía actuar de forma similar a ellas, pensar como ellas, «encajar» con la gente<br />
con la que Damen encajaba, tal vez entonces tuviera alguna posibilidad. Había<br />
muchas razones por las que bien valía la pena cambiar de aspecto, y ella pensaba que<br />
hasta ahí lo había conseguido.<br />
Esto la llevaba a la otra manera de acceder a Damen. La mejor de las dos opciones.<br />
La que ella prefería: evitar a las chicas por completo y abordar a Damen<br />
directamente. Se trataba de una jugada arriesgada, sin lugar a dudas, puesto que a<br />
ella lo de ligar no es que se le diera demasiado bien. El cambio de apariencia era el<br />
primer paso necesario, pero la fase siguiente suponía la diferencia entre el éxito o el<br />
fracaso. Se había apuntado a todas las clases a las que tenía la certeza de que él<br />
asistiría y había planeado rondar su taquilla, la cual tenía intención de localizar acto<br />
seguido.<br />
Como los demás, Damen nunca le había prestado a Charlotte la menor atención, y<br />
un poco de maquillaje y un alisado profesional era poco probable que fueran a<br />
cambiar su actitud. Aun así, Charlotte no perdía la esperanza. La esperanza de que si<br />
conseguía pasar un tiempo valioso con él, sobre todo ahora que había mejorado su<br />
aspecto exterior, la cosa saldría bien.<br />
Y no era sólo que se hiciera ilusiones, se trataba de una conclusión a la que<br />
Charlotte había llegado después de observar a Damen detenidamente. En los<br />
centenares de fotografías que le había hecho a escondidas a lo largo de varios años,<br />
Charlotte creía haber detectado cierta decencia, por qué no decirlo, en él. Estaba en<br />
sus ojos, en su sonrisa.<br />
Damen era imponente y atlético y se comportaba como puede esperarse de un<br />
auténtico guaperas, es decir, con superioridad, aunque sin que por ello dejara de ser<br />
agradable. No era de sorprender que fuese esa decencia el rasgo de Damen que<br />
menos le gustaba a Petula. Quizá era la cualidad que más detestaba por tratarse<br />
precisamente de aquella de la que más carecían ella y todas sus amigas.<br />
Con la risa de las candidatas a animadoras resonando todavía en sus oídos,<br />
Charlotte, de camino al gimnasio, deseó con todas sus ganas que la suerte se pusiera<br />
de su parte. Las asignaciones de las taquillas estaban expuestas en la doble puerta, y<br />
Charlotte se dirigió directamente hacia ellas. Recorrió despacio con el dedo la<br />
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