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juvenil- ghostgirl- tonya hurley

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Tonya Hurley Ghostgirl<br />

injusticia que Charlotte apenas podía soportar. No haría sino ratificar lo que siempre<br />

habían pensado de ella y confirmar sus peores sospechas sobre sí misma. Ni siquiera<br />

sabía masticar como es debido.<br />

¿Qué le quedaba sino castigarse todavía un poco más? Así que se tumbó de<br />

espaldas, desplegados los brazos y las piernas, con figurándose exactamente al perfil<br />

de la silueta, en un gesto de derrota. Como una especie de ángel de nieve mórbido, si<br />

se quiere.<br />

Y sólo por un instante, todo ello llegó a parecerle hasta un poco gracioso. Cruel e<br />

irónicamente gracioso. La última y más oportuna de la larga serie de bromas<br />

embarazosas que le habían gastado jamás, y ella salía en el chiste. El profesor Widget<br />

tenía razón. El Destino había intervenido en su día, su vida, aunque no exactamente<br />

de la manera en que ella había deseado. Ni por asomo.<br />

—Dios debe de tener un gran sentido del humor —pensó levantando la mirada.<br />

Entonces, al mencionar a «Dios», se le pasó por la mente una idea no tan divertida.<br />

No había visto ni tenido noticia alguna del Gran Tipo, o Gran Tipa, comoquiera que<br />

fuera el caso. «Mejor ser políticamente correcto», pensó con cautela, «puesto que<br />

ahora todo cuenta».<br />

La habían estado juzgando toda una vida. ¿Es que acaso podían ir las cosas peor?<br />

La mera idea de que su suerte pudiera empeorar fue motivo más que suficiente, no<br />

obstante, para empujarla a levantarse del suelo del aula.<br />

Charlotte se enderezó, se demoró circunspecta ante la silueta como uno lo haría<br />

ante una tumba, y caminó muy despacio hacia la puerta. Al salir al pasillo, vio a Pam<br />

señalando algo de forma inquietante, como una especie de fantasma de la Navidad<br />

como-se-llame de ésos. Era su taquilla. La número siete.<br />

—Sí, menudo número de buena suerte —dijo Charlotte con toda su ironía.<br />

La taquilla se encontraba perfectamente precintada con cinta de peligro. Ni rastro<br />

de haber sido forzada por los otros chicos, lo que era bastante insultante, la verdad.<br />

Significaba que a nadie le interesaban lo suficiente sus cosas —ella— como para robar<br />

algo. Se alejó, con un pedazo de cinta adhesiva de peligro pegado al pie igual que un<br />

caprichoso trozo de papel higiénico.<br />

—Esto no está pasando —gimió Charlotte, y cerró los ojos queriendo borrarlo todo<br />

de su mente. Cuando los volvió a abrir, Pam reapareció, pero Charlotte se sobresaltó<br />

algo menos que las veces anteriores—. ¿Cuánto hace que… me fui? —vaciló.<br />

—No lo sé con exactitud —contestó Pam con indiferencia—. No es que el tiempo<br />

importe demasiado aquí.<br />

—¿Me estás diciendo que podría llevar… fuera… algo así como mil años? —<br />

reflexionó Charlotte.<br />

~34~

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