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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
—Profesor muerto. Compañeros muertos. Poeta muerto. Lengua muerta —<br />
murmuró—. Tiene sentido.<br />
Intentó establecer contacto visual con sus compañeros, pero la mayoría miraba<br />
fijamente a Brain; Pam incluida. La mayoría salvo una persona: una chica con el gesto<br />
enfurruñado que lucía una corta melena negra y un flequillo perfectamente<br />
escalonado, pintalabios descolorido y un arrugado vestido rojo repleto de manchas, y<br />
que estaba sentaba justo delante de ella. Charlotte juraría haber oído a la chica decir<br />
«Perdedora», pero los demás seguían mirando hacia delante, los labios sellados.<br />
«¿Quién? ¿Yo?», pensó Charlotte en silencio, mirando de un lado a otro en busca<br />
de la fuente de la pulla.<br />
«Sí, tú», la réplica retumbó con estruendo en la cabeza de Charlotte. Para remachar<br />
la respuesta, la chica giró el rostro por completo y le lanzó a Charlotte la mirada más<br />
perversa que ésta había visto jamás, y eso que había visto unas cuantas<br />
extremadamente perversas.<br />
Charlotte, paralizada, bajó la mirada hacia los pies de la chica para consultar su<br />
nombre en la etiqueta identificativa, donde pudo leer «Prudence», sin embargo lo<br />
más notable era que sólo llevaba un zapato. Observó la desgastada sandalia e hizo<br />
memoria de todas las noticias terribles que había visto en su corta vida. Aquellas en<br />
las que, tras un fatídico atropello y fuga, la única imagen que se mostraba era la de<br />
un zapato solitario tirado en el asfalto, mientras un reportero relataba los detalles<br />
horribles del accidente. Ese zapato, «el zapato», era la imagen que hipnotizaba a la<br />
gente. La que encendía una bombilla en su mente. Aquel zapato pertenecía a alguien.<br />
Ese alguien había escogido ese zapato para pasar el día. Se lo había puesto esa misma<br />
mañana. Iba a algún lugar con ese zapato, ese zapato iba a llevarle hasta donde<br />
necesitaba ir, y ahora, ahora yacía huérfano en medio de la carretera. Una lápida<br />
temporal.<br />
—Bueno, como verás, estaba preparando el proyector de cine para cuando<br />
llegases; una breve película de orientación, digamos que para ¿edificar el espíritu? —<br />
explicó el profesor Brain.<br />
Cuando se dirigía a recoger el proyector del suelo para terminar de embocar la<br />
película, saltó la alarma de incendios del instituto.<br />
El timbre ensordecedor impulsó a Charlotte a salir corriendo de manera instintiva<br />
hacia la puerta, pero los demás siguieron en sus asientos, impertérritos. Mike, que se<br />
encontraba tocando frenéticamente una guitarra imaginaria, extendió la mano y<br />
agarró a Charlotte de la muñeca antes de que pudiera huir. Ella se asustó, pero al<br />
instame percibió que era más para protegerla que para contenerla. Llevaba unos<br />
auriculares embutidos en los oídos, pero no estaban conectados a ningún aparato.<br />
—Ya has abandonado el edificio —dijo Mike, marcando el ritmo con los pies como<br />
si estuviera tocando una batería de doble pedal.<br />
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