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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
—Sal, sal, sal de donde estés —la débil voz de Minnie resonó en el incómodo<br />
silencio, acentuando la humillación más que merecida de los chicos. Scarlet rió de<br />
satisfacción, estiró el brazo para un choque de manos no correspondido con Minnie y<br />
se puso en marcha.<br />
Entonces puso rumbo a los servicios, la siguiente parada en su sedienta ruta de<br />
venganza. Sobre la encimera del lavabo reposaba un café, que obviamente pertenecía<br />
a la chica que ocupaba uno de los retretes. Scarlet se asomó por debajo de la puerta y<br />
se encontró con que la chica era una pija que siempre la elegía la última en clase de<br />
Gimnasia.<br />
Scarlet se dirigió con toda calma al retrete contiguo, que estaba desocupado, y<br />
cogió un pelo púbico del asiento del retrete. Se acercó hasta el café de la chica y lo<br />
dejó caer dentro.<br />
* * * *<br />
Era un día perfecto para el entrenamiento de fútbol: fresco y seco. El sol vespertino<br />
se preparaba para ocultarse, mientras los pitidos del entrenador cabalgaban sobre la<br />
brisa helada que soplaba contra los oídos de los jugadores y sembraba el campo de<br />
hojas carmesíes. Había grupos de chicos por todas las esquinas del complejo<br />
haciendo ejercicios de calentamiento y estiramientos, e incluso había algunos casos<br />
perdidos que daban vueltas de castigo al campo en lugar de quedarse dentro.<br />
Charlotte recorrió la parte exterior de la pista de atletismo y encontró un tranquilo<br />
rincón debajo de una grada apartada, extendió la manta a cuadros que había<br />
embutido en la mochila de Scarlet y esperó a que se presentara Damen. Obsesionada,<br />
le dio una y mil vueltas a cómo colocar la manta, como si fuera una adicta al sol<br />
buscando el mejor ángulo para ponerse morena, lo que resultaba irónico, porque a la<br />
piel de porcelana de Scarlet no parecía que le hubiese dado el sol en años.<br />
Finalmente decidió dejar la manta como cayera, y resultó ser la decisión correcta,<br />
porque fue a posarse sobre un mar de alegres flores silvestres que crecían a su antojo<br />
en la sombra, como una islita perfecta de lana y flores que aguardaba pacientemente<br />
a que una pareja naufragara en ella. Charlotte se acomodó muy despacio sobre las<br />
rodillas en el momento mismo en que Damen bajaba por las gradas que se cernían<br />
sobre ella.<br />
Estiró el brazo a través del hueco y le agarró la pierna.<br />
—Pero ¿qué…? —gritó Damen, apartando sobresaltado la pierna de un tirón.<br />
Bajó la vista, vio que era la mano de Scarlet que le agarraba del tobillo y se relajó.<br />
—Casi me matas del susto —dijo, a la vez que saltaba al suelo y se agachaba para<br />
meterse bajo las gradas.<br />
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