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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
Entre tanto, Scarlet también se divertía. Tras atravesar el techo flotando y acceder<br />
con sorprendente facilidad al angosto espacio inmediatamente superior, vagó sin<br />
rumbo durante un rato hasta que escuchó retumbar la pedante voz de su arrogante<br />
profesor de Literatura en el aula de abajo. El profesor Nemchick parecía estar más<br />
interesado en humillar que en enseñar a los estudiantes, y con muchas ínfulas<br />
escribía cada tema en la pizarra como si estuviera dispensando los Diez<br />
Mandamientos. Scarlet no podía dejar pasar la oportunidad de fastidiarle, aunque<br />
sólo fuera un poquito.<br />
—Hoy —empezó el profesor Nemchick—, vamos a comparar a «T-r-u-m-a-n C-ap-o-t-e»<br />
con «H-o-m-e-r o» se cuidaba muy mucho de no hablar más deprisa de lo<br />
que escribía, lo que resultaba tremendamente irritante.<br />
Cuando se volvió hacia la clase para iniciar el debate, Scarlet modificó los nombres<br />
para que pudiera leerse «Truman Capote» y «Homo». La clase estalló en carcajadas, y<br />
Nemchick, se quedó allí plantado, totalmente humillado y más que confundido.<br />
A continuación, Scarlet atravesó una pared y se coló en la clase de Salud Personal<br />
contigua, donde dos cabezas de chorlito jugadores de fútbol, Bruce y Justin, se<br />
burlaban de Minnie, una chica tímida e indefensa que se sentaba junto a ellos. Scarlet<br />
garabateó febrilmente una nota en un pedazo de papel y se lo embutió a Bruce en la<br />
mano, a todas luces a la vista de la profesora.<br />
La profesora arrancó la nota de los dedos gordos como salchichas de Bruce y<br />
procedió a leerla en alto a toda la clase.<br />
—«Justin, me encanta meter…» —la prolesora Bilitski hizo una pausa, reacia a<br />
continuar.<br />
—En esta clase siempre hemos seguido la política de «si pasas una nota y te pillan,<br />
se lee en alto a toda la clase» —le recordó Minnie con aplomo, convencida de que la<br />
nota era incriminatoria.<br />
Incapaz de rebatir el argumento de Minnie, la profesora Bilitski prosiguió:<br />
—«… me encanta meter las manos entre tus piernas robustas, calientes y<br />
sudorosas cuando me entregas la pelota. Luego saboreo tu olor en mis manos hasta el<br />
momento en que volvemos a encontrarnos. Nos vemos esta noche después del<br />
entrenamiento. Con cariño, tu colega, Justin».<br />
—¡Y una mierda! —exclamó Bruce, asqueado, a la vez que Justin se apartaba de su<br />
amiguete lo más anatómicamente posible.<br />
—Quizá os interese ahondar en el tema «La represión del impulso homosexual<br />
entre atletas de instituto» para el trabajo de clase, ¿qué os parece? —preguntó la<br />
profesora, mientras los asombrados compañeros de clase volvían la cabeza con<br />
brusquedad y lanzaban miradas acusatorias a los sonrojados colegas, que se<br />
encogieron lentamente detrás de sus pupitres.<br />
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