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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
había algo de atemporal en Brain que resultaba desconcertante y reconfortante a la<br />
vez.<br />
Era alto, delgado y atento e iba vestido meticulosamente, como si estuviera a<br />
punto de salir a cenar en lugar de impartir clases en el instituto. Es más, despedía un<br />
cierto aire a empresario de pompas fúnebres, con su traje de sastre color negro,<br />
camisa blanca almidonada y corbata burdeos.<br />
—Toma asiento —invitó a Charlotte con hospitalidad.<br />
Charlotte miró a Brain con ojos inquisidores y escudriñó la habitación en busca de<br />
un lugar donde sentarse. La única silla y pupitre desocupados se encontraban al<br />
fondo del aula. Y, a diferencia de lo que ocurriera con la hoja de inscripción para<br />
animadoras, aquella plaza parecía reservada para ella y nadie más que ella.<br />
—Claro —dijo Charlotte con entusiasmo, recordando que sólo los más populares<br />
se sientan en la parte de atrás. Orgullosa, caminó hasta el fondo y se sentó.<br />
—Y ahora, alumnos, permitidme que os presente a Charlotte Usher. Por favor,<br />
dadle la bienvenida a la asignatura de Muertologia, o, como a mí me gusta llamarla,<br />
Cómo ser un muerto y no fallecer en el intento —bromeó.<br />
—Bienvenida, Charlotte —coreó la clase algo mecánicamente.<br />
Brain se rió tanto de su propio chiste, incluso durante el saludo de la clase, que el<br />
«tupé» —es decir, parte importante de su cuero cabelludo y su cráneo— se le<br />
despegó y escurrió de la cabeza, quedando colgado del más ínfimo y frágil hilo de<br />
piel y dejando expuestas las esponjosas crestas exteriores de su cerebro ante toda la<br />
clase. Visiblemente apurado, sofocó su risa con rapidez y se lo echó hacia atrás para<br />
colocárselo en su sitio (más o menos), se estiró de la chaqueta de forma nerviosa, se<br />
atusó la corbata y se aclaró la garganta como si nada. A juzgar por la nula reacción de<br />
los demás chicos, los meneos de cabeza de Brain no debían de ser cosa poco<br />
corriente.<br />
—Claro… Brain… —murmuró Charlotte para sí, una vez, resuelta al menos una<br />
parte de aquel rompecabezas post mortem.<br />
Brain se acercó a la pizarra como una mantis religiosa, ligero de pies pero un tanto<br />
encorvado —por las vértebras C-5 y C-6, constató específicamente Charlotte—, y dio<br />
inicio a la clase escribiendo de manera atropellada una frase en la pizarra.<br />
Non sum qualis eram. (No soy el que fui.)<br />
Completada la frase, el profesor Brain la subrayó con la tiza y luego se dirigió a la<br />
clase como un director de orquesta al comienzo de una pieza. A la señal, una vez<br />
más, todos los estudiantes entonaron a coro:<br />
—Non sum qualis eram.<br />
Charlotte no había estudiado nunca latín, pero, sin saber cómo, lo supo. Horacio,<br />
otra vez.<br />
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