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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
—Probablemente no —dijo Pam, y volvió a señalar en silencio, en esta ocasión<br />
hacia una ventana—. Mira.<br />
Charlotte se asomó al aparcamiento de delante del instituto, donde un grupo de<br />
compañeros de clase se estaba reuniendo en torno a un microbús, cuando por<br />
megafonía pudo escucharse un nuevo anuncio.<br />
«¡Atención, alumnos! Los que quieran asistir al acto en memoria de Charlotte<br />
Usher que por favor acudan al patio. El autobús saldrá en breve.»<br />
Charlotte no daba crédito a sus ojos. De haber sido posible, es probable que se le<br />
hubiese escapado una lágrima. Había un grupo reducido de gente que aguardaba a<br />
subirse al autobús para asistir al acto en memoria suya.<br />
¿Acaso la muerte la había hecho más popular de lo que jamás había imaginado?<br />
En su mente empezaron a sucederse de manera frenética un millar de posibilidades.<br />
¿Qué dirían sobre ella en el acto? ¿Derramaría alguien, se atrevió a desear, lágrimas<br />
por ella? ¿Produciría su muerte un estallido de dolor en la comunidad? Días de luto<br />
oficial. Estaba rebosante de expectación. De pronto todo resultaba tan…<br />
emocionante.<br />
Un acontecimiento aún más asombroso removió a Charlotte de su ensoñación.<br />
Allí, en medio de la muchedumbre, estaban Petula y las Wendys ¡llorando! Charlotte<br />
no daba crédito, ¿Estaba en el cielo después de todo? Tal vez fuese ella ahora como<br />
todos esos escritores y artistas ignorados en vida pero reverenciados al final. Había<br />
alcanzado la perfección en la muerte. Canonizada, incluso por sus mayores<br />
detractores. Puede que hasta Damen la echara de menos ahora.<br />
Estos reconfortantes pensamientos duraron lo que tardó Charlotte en henchir de<br />
orgullo su pecho plano. No era el duelo colectivo lo que había atraído a Petula y a las<br />
Wendys después de todo, sino las cámaras y libretas del cuerpo de reporteros del<br />
periódico del instituto, y la promesa de salir antes de clase. Charlotte hizo de tripas<br />
corazón y prestó oído, a través de la ventana abierta, a las preguntas del reportero…<br />
y a las respuestas de Petula.<br />
—Ayer mismo me comí medio osito de goma para el almuerzo —dijo Petula entre<br />
«sollozos» mientras se retocaba aplicadamente la raya del ojo con la punta de la uña<br />
con manicura francesa del dedo índice y comprobaba de reojo el estado de su<br />
maquillaje en el monitor de vídeo de Sam Efecto Retardado—. Podía haberme<br />
pasado a mí.<br />
—¡Es una superviviente del efecto osito de goma! —canturreó Wendy Anderson a<br />
los reporteros como una publicista júnior, mientras ella y la otra Wendy abrazaban a<br />
Petula, en un desesperado intento de consolarla.<br />
¡Allí estaba Petula debatiéndose por chupar cámara, tan egoísta, haciéndose la<br />
víctima y succionando el aire a costa del acto en su memoria! Y por detestable que le<br />
resultara, Charlotte admiró su descaro. Lo envidió, incluso. Charlotte no estaba muy<br />
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