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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
El dolor en la mirada de sus compañeros era evidente, pero Charlotte estaba<br />
decidida a exponer los argumentos, por duros que fueran, tanto para ella como para<br />
el resto.<br />
—Ni vivir es ganar, ni morir fracasar —replicó Pam.<br />
—Es el rechazo definitivo —dijo Charlotte—. Y de eso ya tengo más que de sobra.<br />
—Entonces ¿qué? ¿Vas a dejar que tus deseos interesados comprometan nuestro<br />
futuro? —preguntó Kim—. ¿Y qué pasa con la resolución? ¿Con la aceptación de tus<br />
faltas?<br />
—Acepto… que prefiero estar viva —afirmó Charlotte.<br />
—¿Sabes por qué Prue es tan fuerte? —preguntó Pam, aparentemente cambiando<br />
de tema.<br />
—¿Porque es la que más tiempo lleva aquí? —conjeturó Charlotte; en su opinión,<br />
era posible que Prue contara incluso con décadas de Muertología en su haber.<br />
—No. Es porque comprende su propósito —la informó Pam—. Ella no pregunta<br />
por qué.<br />
La verdad atronó en los oídos de Charlotte. A Prue se le daba muy bien lo de estar<br />
muerta y controlaba a la perfección todas sus habilidades. No sufría ninguno de los<br />
conflictos internos que tenían a Charlotte estancada. Es más, Charlotte tenía la<br />
certeza, desde el instante en que la conoció, de que a Prue, de hecho, le gustaba estar<br />
muerta, si es que eso era realmente posible.<br />
—Puede que a veces sea una mandona, pero al menos sabemos de qué lado está —<br />
dijo CoCo con tono cortante.<br />
Con ese corte hiriente, Pam y los demás dieron media vuelta y dejaron a Charlotte<br />
sola en la habitación para que lo meditara.<br />
* * * *<br />
Aquella noche, la calle aparecía salpicada de charcos después de que un chaparrón<br />
de media tarde dejara su impronta en el exterior del Buzzard’s Bay Theatre. El<br />
reluciente asfalto negro era lo más parecido al charol que puede llegar a ser el asfalto,<br />
tanto que hasta podía leerse en él el turbio reflejo del rótulo «Death Cab» que<br />
ocupaba la marquesina de principios de siglo. Scarlet esperaba bajo la cubierta,<br />
ataviada con un minivestido vintage de color malva, sobre el que lucía un amplio<br />
jersey negro de lentejuelas, y sus botas moteras. Llevaba sus ojos de mapache muy<br />
perfilados y se veían tan negros como su pelo. Los labios se los había pintado de un<br />
tono pálido.<br />
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