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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
Era tanto lo que Charlotte todavía deseaba hacer, tanto lo que deseaba conseguir.<br />
Deseaba ver una nevada más, ver las mejillas rosadas de Damen tras un partido<br />
improvisado de fútbol después de clase, recibir otro boletín de calificaciones. Pero,<br />
claro, todos morimos con una lista de cosas pendientes, admitió. Nunca se tiene<br />
bastante.<br />
Una nevada más no sería bastante, y ver a Damen una última vez, bueno, eso<br />
tampoco le bastaría jamás. Toda esta tristeza y demas le nublaban la mente mientras<br />
seguía a Pam por el pasillo.<br />
—¿Quién eres tú… en realidad? —la apremió Charlotte.<br />
Pam parecía bastante normal, pero ¿y si era una especie de demonio mutante<br />
enviado para escoltarla a las Tinieblas? Entonces quizá tuviera que afrontar una<br />
eternidad empujando una roca montaña arriba o algo por el estilo.<br />
—Estoy aquí para ayudarte —le aclaró Pam—. Al principio, todos necesitamos<br />
que nos echen una mano con la adaptación, y la transición, de «allá» a «acá», es la<br />
peor parte.<br />
—¿Y dónde o qué es acá? —preguntó Charlotte.<br />
—Hallarás las respuestas a cuanto quieres saber en Orientación —le desveló Pam.<br />
—¿Orientación? —preguntó Charlotte, irritada, levantando las manos al aire en un<br />
gesto de frustración.<br />
Antes de que Charlotte tuviera oportunidad de insistir sobre el tema, Pam se<br />
detuvo y le hizo una señal con la cabeza, contestando a Charlotte con el gesto. Señaló<br />
hacia un leve resplandor que irradiaba de detrás de la puerta de un aula, pero no<br />
pronunció palabra.<br />
Pam se dirigió hacia la puerta, pero Charlotte estaba clavada en el sitio.<br />
Contempló pasmada cómo Pam desaparecía gradualmente en el aura, cómo volvía la<br />
cabeza hacia Charlotte con una sonrisa compasiva justo antes de que la luz se la<br />
tragara por completo, dejando a Charlotte totalmente sola.<br />
—¡Pam! —gritó nerviosa—. ¿Qué tengo que…? —dijo Charlotte con voz<br />
temblorosa, y sus palabras quedaron suspendidas en el aire.<br />
Enfrentada a semejante adversidad, Charlotte, como casi siempre, adoptó una<br />
actitud completamente racional. Podía aplazar el dolor si no perdía de vista la<br />
verdadera dimensión de las cosas. No era sino la manifestación del instinto de<br />
autoprotección del espíritu científico y matemático que llevaba dentro.<br />
«Ya está», pensó Charlotte, mirando hacia el fondo del pasillo.<br />
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