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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
—La verdad, director Styx… yo no sé nada de ningún accidente de coche. ¿Qué le<br />
hace pensar que fui yo? —preguntó Petula con un tono coqueto totalmente fuera de<br />
lugar.<br />
—¿Es esto suyo? —preguntó Styx sosteniendo en alto una barra de labios.<br />
—¿De dónde lo ha sacado? —preguntó Petula.<br />
—Del coche —contestó Styx.<br />
Petula le arrancó la barra de la mano, a la vez que en su rostro la cara de zorra se<br />
mudaba por la de una perra calculadora.<br />
—Me temo que no puedo pasar por alto el incidente este del coche —adivirtió él—<br />
. Los daños ocasionados al vehículo, el municipio, la tuba y el instituto son<br />
considerables y alguien debe responder por ellos. Podían haberse producido heridos<br />
o algo peor —la reprendió Styx.<br />
—Pero no los hubo —dijo Petula con un desdeñoso gesto de la mano—. ¿Verdad,<br />
profesor… perdón, esto, director?<br />
—Me temo que voy a tener que castigarla sin el Baile de Otoño —dijo Styx,<br />
emitiendo su veredicto.<br />
—¡Yo SOY EL BAILE! —gritó Petula. En su afán por conseguir un aplazamiento,<br />
echó un rápido vistazo al informe disciplinario y montó su defensa—. Un momento,<br />
en su informe sólo pone «Kensington». ¡Tengo una hermana pequeña! —<br />
argumentó—. Tengo pruebas. ¡Esta barra de labios es suya! Mire, es de color carmesí.<br />
¿Acaso tengo yo pinta de usar color carmesí?<br />
—Mi decisión es inamovible —explicó él, que desconocía la afición de Petula por<br />
el perfilador de labios rosa nacarado y los brillos naturales.<br />
Antes de que Petula pudiera pronunciar otra palabra malsonante en su defensa, la<br />
secretaria de Styx irrumpió en el despacho.<br />
—¡El gimnasio está inundado! —chilló excitada, disfrutando de la tragedia que<br />
acababa de insinuarse en su rutinaria y aburrida vida.<br />
El director Styx, examinando todavía la barra de labios y con Petula a la zaga,<br />
corrió hacia el gimnasio.<br />
Mientras él se aprestaba a evaluar los daños y un posible parte de heridos, Petula<br />
reparó repentinamente en Damen y Scarlet, que seguían abrazados, medio desnudos,<br />
si bien ya al menos fuera del agua.<br />
—¡Es ésa! —se despepitó—. ¡Lo hizo para robarme a mi novio! ¡He ahí el móvil! —<br />
se desgañitó Petula, pero el director estaba demasiado ocupado evaluando los daños<br />
como para prestar atención a sus acusaciones.<br />
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