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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
Charlotte decidió sacar partido de este «periodo de gracia». El «momento<br />
bombilla» que experimentara en la cafetería con Pam resultó, cuanto menos,<br />
motivador. Tenía planeado convertir su peor desventaja —estar muerta— en ventaja<br />
y servirse de ella para acercarse a Damen. Si de verdad no podía verla, tampoco<br />
podía poner reparos en que ella invadiera su espacio vital. En resumidas cuentas,<br />
podía ir donde quisiera y hacer cuanto se le antojara sin ser delectada, podía<br />
«meterse» en la vida de Damen, literalmente.<br />
—¡Meterme en sus clases, su taquilla, su coche, hurgar en sus calzoncillos! —gritó,<br />
y entonces se detuvo abruptamente—. Bueno, no en los calzoncillos… en los cajones de<br />
los calzoncillos y otras cosas… en la cómoda de su dormitorio… o donde sea —se<br />
ruborizó, en la medida en que le es posible a una chica muerta, ligeramente<br />
sorprendida y avergonzada de descubrirse tan calculadora. Estaba ansiosa por<br />
contarle a alguien su ingenioso plan, pero no podía.<br />
Charlotte se sentía poderosa de un modo hasta entonces desconocido para ella. Se<br />
sentía «renacida». Es más, la infinitud de posibilidades, aunque atosigantes, era<br />
prácticamente abrumadora, siendo «prácticamente» la palabra clave. Desechó la<br />
crisis momentánea de mala conciencia por tan repugnante invasión de la intimidad<br />
de Damen, y decidió, de forma egoísta y descarada, poner su plan en práctica en el<br />
mismo momento en que Damen apareció por la esquina del corredor.<br />
Allá donde fuera Damen, Charlotte iba también: a su taquilla, en cuyo interior ella<br />
se aposentaba (no tan incómoda como cabría pensar); a la sala de estudio, donde le<br />
observaba quedarse dormido desde la silla de al lado, la cabeza apoyada en su<br />
hombro hasta que él despertaba sobresaltado al gélido contacto; a las taquillas del<br />
vestuario —sanctasanctórum de los chicos—. Sabía que era así como remataba el día,<br />
con un entrenamiento de fútbol y un poco de pesas y, si Dios quiere, una ducha. Se<br />
aseguró de llegar antes que él para conseguir un buen sitio. La muerte se ponía mejor<br />
y mejor en lo que a gratificación instantánea se refiere.<br />
Charlotte aguardó pacientemente fuera del gimnasio por razones que ni ella<br />
misma podía explicar del todo. Podía haberse colado por la rejilla metálica de<br />
ventilación o incluso haber traspasado las puertas del vestuario, así, sin más, pero no<br />
lo hizo. En su lugar, siguió de cerca a unos musculitos que llegaban temprano a<br />
entrenar. Entró en el vestuario con una mezcla de temor y curiosidad. Después de<br />
todo, para ella aquél era territorio virgen.<br />
No es que quisiera verle desnudo, per se, pero sí que quería ver algo más de él.<br />
Damen llegó y dejó caer su bolsa de deportes Adidas Blanca y negra sobre el banco.<br />
Charlotte se sentó junto a ella y aguardó, como una primeriza espera el comienzo de<br />
su primer concierto de rock. Quería ver bien de cerca sus brazos, sus hombros, su<br />
torso.<br />
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