Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Tonya Hurley Ghostgirl<br />
estaban todas desparejadas. Sobre la pizarra aparecían colgados mapas obsoletos con<br />
territorios tiempo ha desaparecidos. Unas estanterías, disimuladas en parte por<br />
raídos cortinajes de terciopelo, cubrían la pared del fondo del suelo hasta el techo<br />
atestadas de libros de texto anticuados y obras enciclopédicas incompletas.<br />
Fragmentos de fósiles y criaturas extintas conservadas en formol se hallaban<br />
expuestos en largas repisas de mármol negro.<br />
Plumas, tinteros, lacre y papel de pergamino ensuciaban la rayada tarima del<br />
suelo. Una máquina de escribir con ventanilla lateral de cristal y cinta de tela, una<br />
regla de cálculo, una báscula de precisión, un compás y un ábaco compartían estante<br />
con una victrola a cuerda y varias pilas de discos de 78 revoluciones rayados.<br />
Se volvió hacia atrás y miró al espacio encima de la puerta, donde debía de haber<br />
podido encontrar un reloj, pero no lo había. El único instrumento a la vista que<br />
calculara el tiempo era el reloj de arena que descansaba sobre la mesa del profesor,<br />
pero la arena no caía. Charlotte recordó cómo Pam había comentado que «aquí» el<br />
tiempo no tiene sentido y por lo que se veía no bromeaba. Le dio la sensación de que<br />
nada en la habitación tenía sentido… ya. Aquella aula estaba decorada como si por<br />
ella no hubiera pasado el último siglo o así.<br />
«¿Cómo? ¿No hay reloj de sol?», pensó Charlotte.<br />
Lo que la impactó no fue que la decoración estuviera ajada, que lo estaba, sino que<br />
estuviera… caduca. Todos los objetos en los que se había fijado, incluido el<br />
proyector, habían sido auténticos hitos tecnológicos en algún momento u otro, vitales<br />
incluso, pero hacía mucho que habían sido mejorados, reemplazados o,<br />
sencillamente, olvidados. Sólo había visto esos objetos en los documentales de la PBS o<br />
en el mercadillo de trastos viejos a la puerta del garaje de alguna abuelita difunta.<br />
El conjunto daba una insólita especie de sentido horrible a las cosas. Todos los<br />
desechos de la vida cotidiana que habían sido descartados parecían encontrarse allí<br />
expuestos. Por ponerlo con palabras bonitas, el lugar se describiría como<br />
«atemporal», pero todo y todos podían ser descritos con mayor concreción como<br />
«extemporáneos», dolorosa, obvia y totalmente «extemporáneos». Ella incluida.<br />
—Gracias, Mike —dijo la voz masculina con sinceridad, y esta vez Charlotte se<br />
volvió para ver de quién se trataba.<br />
Una mano pálida se extendió hacia ella para saludarla y ayudarla a ponerse de<br />
pie. Ella alargó la suya no muy convencida y la apretó.<br />
—Ah, la nueva alumna —afirmó estrechando con suavidad sus dedos, mientras<br />
ella se levantaba, completamente pasmada—. Bienvenida. Soy el profesor Brain —<br />
dijo articulando su nombre con una buena dosis de orgullo—. Te estábamos<br />
esperando.<br />
Charlotte no tuvo tiempo de registrar la palabra «alumna» en su mente, antes ya la<br />
había distraído por completo el aspecto de Brain. Al igual que sucedía con el aula,<br />
~44~