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Tonya Hurley Ghostgirl<br />
—Ojalá lo hagamos la mitad de bien en el examen final —añadió Damen, mientras<br />
se alejaba marcha atrás—. Te veo después de clase.<br />
—¿Cómo que hagamos? —preguntó Scarlet—. Oye, espera, estoy liada…<br />
Él ya no la podía oír, y Scarlet no tuvo tiempo de oponerse, aunque sí lo tuvo, y<br />
mucho, para renegar de Charlotte.<br />
Damen llegó a casa de Scarlet, bueno, mejor dicho a casa de Petula, aparcó delante<br />
y entró como casi siempre, sin llamar al<br />
* * * *<br />
Damen llego a casa de Scarlet, bueno, mejor dicho a casa de Petula, aparcó delante<br />
y entró como casi siempre, sin llamar al timbre. Sabía que Petula tenía entrenamiento<br />
de animadoras y que todavía tardaría en volver a casa. Recorrió el pasillo de la<br />
segunda planta y torció a la izquierda en dirección al dormitorio de Scarlet, en lugar<br />
de a la derecha, como acostumbraba, para ir al de Petula. Se le hizo un poco raro.<br />
Se acercó al dormitorio de Scarlet, hizo caso omiso del genuino cartel de<br />
PROHIBIDO EL PASO prendido a la puerta, y entró. Bajo las luces atenuadas<br />
parpadeaban por toda la habitación lo que parecían centenares de velas<br />
ornamentales. Era precioso, Damen buscó a Scarlet con la mirada, pero no dio con<br />
ella hasta que divisó su silueta en el techo, proyectada por la luz de las velas.<br />
Conforme iba hacia allí, reparó en un pompón clavado a la pared con un cuchillo de<br />
cocina. Se acercó a Scarlet, en el suelo junto a la cama, su iPod sonaba a todo<br />
volumen mientras ella seguía la música como una posesa, ajena a lodo.<br />
—Supongo que esto significa que se acabaron las concentraciones de animadoras,<br />
¿eh? —dijo Damen al tiempo que arrancaba el cuchillo de la pared y liberaba el<br />
pompón que se cernía sobre ella.<br />
Scarlet estaba completamente ida y no le oyó. Le dio unos golpecitos en el hombro<br />
mientras con la otra mano sujetaba el cuchillo, que fue lo primero que vio ella. Scarlet<br />
se arranco los auriculares de un tirón y de un salto se plantó sobre la cama, mientras<br />
la habitación se llenaba con los morbosos acordes de lo último de Arcade Fire.<br />
—Huy, perdona —dijo Damen, cayendo en la cuenta de que parecía un asesino.<br />
Dejó el cuchillo sobre la mesilla di- noche y se fijó en el eslogan de un cartel de la<br />
película de culto de género indie Delicatessen, que rezaba: «Un cuento moderno de<br />
amor, gula y canibalismo».<br />
—Oye, ¿no es ésa en la que el prota tiene una carnicería en el bajo de un edificio de<br />
viviendas y se dedica a hacer picadillo a los inquilinos y luego vende la carne? —<br />
inquirió.<br />
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