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En lugar del olor a establo que acompañaba a Carmela, desprendía olores nuevos y<br />
estimulantes.<br />
Justo cuando rocé su brazo, mi corazón empezó a cantar una canción de mierda sólo a<br />
base de contracciones y arritmias, pero tocada con mucho sentimiento.<br />
La luz celestial de una bombilla caía sobre su cara y, por un momento, me pareció estar<br />
delante de un ángel con dos buenos melones.<br />
Quise disculparme por mi comentario sobre la difunta y a la vez, alagar la belleza de<br />
esta ninfa cosmopolita. La falta de riego sanguíneo me hizo mezclar ambas cosas<br />
desafortunadamente.<br />
“Tú eres más guapa que aquella mujer. Mucho más guapa”.<br />
Ella me examinó de arriba abajo, con cara de no saber qué está pasando.<br />
“Entierro a los fiambres”, añadí para que me ubicara, y señalé al cementerio a un lado<br />
de la iglesia. Ella buscó con la vista a su familia, que se encontraba a varios metros.<br />
Palpó en busca de su spray anti-violaciones antes de contestar.<br />
“Muy bien”, contestó.<br />
Y se alejó de mí como se aleja un gato de un restaurante chino y allí me quedé yo, con<br />
mi carnoso -y lleno de proteínas- corazón en la mano,<br />
Supongo que la primera impresión no fue la mejor primera impresión del mundo. Sin<br />
embargo, la vida te enseña que la primera impresión no siempre es la acertada y una vez<br />
más, como veréis a lo largo de este relato, la primera impresión puede cambiar.<br />
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