“La Obra Maestra”

Y me di media vuelta. Muy adulto. Muy responsable. Muy digno. Y me dirigía hacia las
escaleras cuando el vecino me dijo, “Te dejas al perro”.
La mañana se estaba complicando, pero aún lo haría un poco más al subir a mi piso y
descubrir que al salir no había cogido las llaves.
La puerta no parecía abrirse con fuertes patadas y parecía también inmune a mis insultos
de rabia y gritos de impotencia. Debo aclarar aquí que los gritos, en este caso, no se
debían a una impotencia física. Tampoco pude comprobar que no fuera así, ni era el
momento de comprobarlo. Eran más bien gritos debidos a una impotencia mental. Algo
de la psiquis humana bastante complicado.
Pronto toda la planta empezó a oler a lentejas quemadas, contestando así a mi pregunta
de si había dejado la olla encendida o no.
Esta consecución de despropósitos desencadenó la marcha precipitada del Mocho de mi
casa.
De toda esta situación aprendí que convivir es difícil y que los animales hay que
quererlos y respetarlos. Note el señor juez, que voy aprendiendo lecciones con cada
evento de mi vida.
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