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Sin embargo el hombre, tras unos segundos, continuó hablando como si nada hubiera<br />
ocurrido. Y unos minutos después, cuando entró el revisor y se le quedó mirando<br />
durante segundos, el hombre del bigote, como oso adicto a la miel y sin apartar la vista<br />
de la del revisor, asomó su afilada lengua de nuevo, haciendo contacto con el húmedo<br />
bigote.<br />
El antihéroe se había convertido en héroe de nuevo. Vale, puede que fuera un guarro,<br />
pero es que además le daba todo igual.<br />
Y reviviendo esos momentos, decidí que nada del mundo exterior te afecta si tú no<br />
quieres. Decidí que me daban igual aquellas patadas de Paula, las costillas rotas, la<br />
desnudez o la sangre que brotaba de mi cabeza. Todo tenía la importancia que yo<br />
quisiera darle. Luego me dijo el doctor que no, que los daños habían sido muy<br />
importantes.<br />
“Irreparables”, añadió. Y esbozó una sonrisa.<br />
Tuve suerte de que el juez tardara en levantar mi cadáver. Si no, habría recuperado la<br />
consciencia en el tanatorio.<br />
En cualquier caso, había adoptado una nueva filosofía de vida. No me he documentado<br />
mucho, pero diría que una filosofía casi budista, donde la mente controla las<br />
sensaciones y no al revés. Y, igual que podía dominar las sensaciones físicas, podía<br />
dominar los sentimientos. En aquel momento empecé a entender que si Paula no sentía<br />
amor por mí… ¿Qué importaba? ¿Por qué basar mi vida en el amor por aquella chica?<br />
¿Por qué vivir atormentado por una chica que a penas conocía? Algo estaba cambiando<br />
dentro de mí y no me refiero a las hemorragias internas. Sus patadas ya no me hacían<br />
mariposas en el estómago.<br />
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