“La Obra Maestra”

psicólogos, uno con numerosos diplomas en la pared, me susurró, “Hay cosas que es
mejor guardárselas, no contarlas. Al menos no contármelas a mí. Tu pasado es horrible.
No me hagas vivir a mí con ello”.
El desagradable suceso que me dispongo a relatar, tuvo lugar semanas antes del
incidente en el que la dentadura de Nines apareció en mi cama.
Aquel día Ángela me pidió –si es que se puede utilizar el verbo “pedir” para algo así-
que limpiara a Nines, quien parecía haber relajado sus esfínteres. No sé cómo pude
aceptar la tarea. Supongo que era un joven valiente y estúpido. Sin miedo a la muerte.
No recuerdo que mi tía me apuntara con una escopeta, así que supongo que además de
estúpido, era obediente. Al menos Nines parecía dormida, lo que facilitaría el trabajo
mentalmente.
Tengo que secarme las lágrimas para poder escribir esto. Si cualquiera de estas frases
termina abruptamente siendo el final del relato, entienda el lector que no he podido
soportar esta carga.
La cuestión es que mientras limpiaba con un trapo la comida aún no digerida que tenía
ese vegetal por las piernas, y aspirando aquellos vapores infectos, algunos de mis
órganos, renunciando a esa vejación, dejaron de aceptar el turbio oxígeno y se
suicidaron en aquel momento.
“¿Qué hice en una vida pasada para merecer esto?”, me preguntaba, “¿Qué es lo que
hice tan horrible? ¿Crímenes contra la humanidad? ¿Genocidios múltiples? Sea lo que
sea, estoy pagando con creces”.
Y cuando ya casi había terminado, comenzó un sonido similar al que hace un arroyo de
poco caudal entre los guijarros. Lamento la caligrafía, pero he tenido que tomar muchos
ansiolíticos para terminar este párrafo. La vieja había empezado de nuevo su festival de
deshidratación, y lo peor de todo es que estaba despierta y mirándome. ¿Lo había estado
desde el principio?
Y, sonriendo, dijo, “Ahora te toca limpiarlo”.
Y su cara mostraba orgullo, como si todo estuviera planeado desde el principio. Como
si esto fuera la culminación sublime de un plan maestro, diseñado durante años. Años
después, descubrí que así había sido.
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