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máquina de escribir al azar. Vaya, teniendo en cuenta mi operación, ese es justo mi<br />
caso.<br />
Recuerdo que en otra vida, siendo un muchacho pecoso y de cara rosada, apuntaba las<br />
notas que Beethoven me iba dictando, ya que Beethoven no sólo era sordo, además era<br />
vago. “Ahora un Mi, ahora un Re, Ahora un Fa”.<br />
“Fa no existe”, le dije, “Esa nota te la has inventado”.<br />
“¿Qué? No te oigo”, Beethoven solía contestar eso casi siempre.<br />
“Que Fa no existe”, repetí.<br />
“¿Qué?”.<br />
Yo pensé, “Bueno, es igual, la meteré aquí entre estas dos notas”. Y es así como nació<br />
el sonido de Fa. Como pupilo de un compositor sordo, me tuve que inventar muchas<br />
más notas como Jo, Fu o Sar, pero ninguna tenía la sonoridad de Fa y con los años<br />
quedaron en desuso.<br />
Estos recuerdos de otra vida los tengo un poco difuminados y puede que sean<br />
inventados.<br />
Bueno, pues el Mocho no disfrutaba de esa suerte compositiva. No disfrutaba de ningún<br />
tipo de suerte, para ser justos.<br />
El caso es que estando allí en su concierto y habiendo preparado mi mente para lo peor,<br />
recuerdo llevarme una grata sorpresa. La cosa no era tan horrible como esperaba. No me<br />
disgustaba por completo. El papel del Mocho en el grupo era pequeño, casi insonoro, y<br />
el resto del grupo sonaba bien. Era uno de esos grupos formados por gente muy distinta<br />
y con gustos muy dispares, que se juntan entre sí por no tener más amigos que toquen<br />
instrumentos. Todos tenían pinta de alcohólicos potenciales, con demasiado poco dinero<br />
para ser alcohólicos de verdad.<br />
En un momento dado, cuando llegó el momento mágico, el éxtasis, mi colega el Mocho<br />
se marcó un solo de flauta. Supuse que venía el momento de apartarme del escenario,<br />
alejarme a las últimas filas, para que no notara la cara de desagrado en mi rostro. Sin<br />
embargo, en el momento en que empezó a tocar, sentí como si mi cuerpo empezara a<br />
flotar, sentí que mis pies se alejaban del suelo, y sentí una punzada en el corazón similar<br />
al de un enamoramiento.<br />
Sentía algo celestial, como si estuviera camino del paraíso. Libertad, felicidad, estaba<br />
flotando, literalmente volando. “¡No me lo puedo creer, puedo volar!”, ¿acaso había<br />
encontrado este tipo la música celestial? Y, frenético, miré al suelo para comprobar si<br />
esa sensación mágica era real.<br />
Y al mirar abajo, allí estaba mi cuerpo acurrucado en el suelo, tirado de costado, con las<br />
manos tapando mis oídos y una cara de espanto que me hacía difícil reconocerme. Sin<br />
embargo no había duda, era yo. Es extraño verse a sí mismo, pero así es cómo ocurrió.<br />
Vi la tensión en mis músculos, la cara de horror de alguien que muere en la más<br />
profunda de las agonías y la gente a mi alrededor, acercándose preocupada y pidiendo<br />
una ambulancia. ¿Qué aberración era aquella?<br />
Ese fue mi momento más cercano a la muerte. Una vez más, la vida, educándote como<br />
sólo ella sabe, me había recordado que la muerte no estaba tan lejos. Acechaba. En<br />
realidad estuve literalmente muerto durante un tiempo. Mi corazón dejó de bombear<br />
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