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“La Obra Maestra”

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Las noches pasaban frías y las mañanas eran solitarias y desconcertantes. Las tostadas<br />

eran dulces y mantecosas y, por si esto fuera poco, afrutadas en función de la<br />

mermelada que portaban. No vais a adivinar de qué color eran los limones. Esta vez era<br />

difícil, grises. Estaba ocurriendo otra vez. Mi vida se hundía y los limones habían<br />

caducado.<br />

Irene me había dejado y de nuevo me encontraba sólo y perdido. Sólo ante el mundo y<br />

con una senil y maldita bruja pudriéndose en casa, y echando males de ojo todo el día.<br />

Un día, al entrar en casa, Nines me escuchó y me llamó.<br />

“Tío Alfredo”.<br />

¿Qué había sido eso? Yo era el único sobrino de mi difunto tío Alfredo. ¿Se supone que<br />

Nines era yo? No era como otras veces, en las que Nines parecía revivir su pasado.<br />

Aquel día parecía creer que era yo. Por momentos pensé, “¿Y si soy yo el que está<br />

postrado en esa silla de ruedas? ¿Y si el resto no es real?”<br />

Hasta ese punto de locura y paranoia llegaban mis pensamientos. ¿Quién soy yo? ¿Y si<br />

despierto ahora, ocupando el cuerpo de Nines? Así de extrañas y simpáticas eran mis<br />

reflexiones. ¿Estaba yo anclado en mi butaca, con mis músculos entumecidos,<br />

balbuceando incoherencias mientras en mi mente vivía una realidad inventada?<br />

Agredir a Nines y comprobar si me dolía. Esa fue mi primera prueba médica.<br />

Oscuros pensamientos recorrían mi cabeza. Esa cosa estaba descomponiéndose viva en<br />

mi salón y parecía querer llevarme consigo. Por el olor estaba claro que su cuerpo se<br />

estaba gangrenando, y cualquier persona disfrazada con una bata de médico, sabría que<br />

un torniquete y amputar era la solución, pero ¿dónde?, ¿a la altura del cuello?<br />

Parecía que la lejía que le mezclaba con su leche no le hacía efecto. La locura parecía<br />

apoderarse de mí, y la leche que añadía a mi lejía no parecía devolverme la cordura.<br />

Sin embargo algo abrió mis ojos. ¿Y si esa senil y cancerosa vieja no estuviera senil?<br />

¿Y si estuviera jugando conmigo, fingiendo ser yo, sólo para enloquecerme?<br />

Había descubierto su maléfico plan. “Te he calado, vieja rata”, susurré al endiablado<br />

ser.<br />

La vida puede ser maravillosa, pero no lo es. Sin embargo esta vez saldría a flote. Mi<br />

sabiduría era suprema. Mi fortaleza mental era la de un sabio súper fuerte. Había<br />

alcanzado el Nirvana seis o siete veces, y estaba preparado para superarlo todo.<br />

No podía ser todo malo. Existe lo que yo llamo la justicia universal. La mala suerte<br />

siempre viene compensada con buena suerte. Por ejemplo, si te toca la lotería, quizás te<br />

aparezca un justiciero infarto cerebral, o si te aparece una, a priori injusta rotura cervical<br />

con su consecuente parálisis, a lo mejor luego vas caminando y te encuentras un<br />

billetazo tirado en la acera, ¡enhorabuena en ese caso! O a lo mejor te atropella un coche<br />

y te tienen que amputar las piernas pero, a cambio, te quedan mejor unos pantalones que<br />

antes te quedaban pesqueros. Es todo muy relativo. Depende de cómo te tomes las cosas<br />

y de si tenías intención de ir a pescar o no. Es lo que intentaba explicar Einstein en su<br />

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