“La Obra Maestra”

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Las semanas siguientes fueron silenciosas e incómodas y un día me dijo que su atracción hacia mí había disminuido. ¿Acaso es una oreja una pieza tan importante en el atractivo humano? Yo nunca he mirado a las orejas de las mujeres. Si Dios quisiera que miráramos a las orejas de la gente, les habría puesto un par de pezones. Las semanas pasaron en blanco, cada vez con menos contacto carnal y audiovisual. La relación se enfriaba igual que se calienta una estrella en una sartén. “Tengo una buena y una mala noticia”, me dijo un día, <strong>“La</strong> buena es que aún siento amor. La mala es que no es hacia ti”. Supongo que el detonante del fin de nuestra relación, fue que ella se fue de casa para irse con otro hombre. Ese parece claramente el detonante, aunque por entonces yo buscaba razones más allá. Razones que me hacían sentir culpable en su mayor parte. Cuando se fue de casa, una inmensa sensación de vacío invadió cada habitación. Yo siempre esperé que volviera a recoger las cosas que se había dejado, para tener una oportunidad de hablar con ella y recuperarla. Pero nunca volvió, así que estuve duchándome durante días sin ninguna necesidad. 75
18 Los siguientes meses pasaron veloces en aquella época, insultantemente insulsos para una persona con demencia senil, y tan solo ligeramente intrépidos para una persona con parálisis cerebral. Tan rápido como la vida de un galgo de carreras, que es atropellado por un camión a la tierna edad de tres meses, y tan tediosa como la vida de un galgo que odia las carreras y, tristemente, su amo le hace asistir a las carreras de motos en las que participa. Supongo que he nacido en una mala época. No es mi culpa, son unos años insulsos. Simplemente es una época aburrida. Es tarde para montar en dinosaurio y pronto para ir en nave espacial o en dinosaurios robot. En cuanto al sexo, hace siglos que terminaron las orgías griegas con dinosaurios y las novias robot se pinchaban fácilmente. Y no te limpiaban la casa. En aquella época, además, los perros y otras mascotas aún no estaban tan bien amaestrados como ahora. Mi vida se encontraba estancada, igual que el lavabo de un hombre barbudo, o súper estancada, igual que el bidé de una mujer muy vellosa. No tenía trabajo. No tenía novia, ni verdaderos amigos. El dinero se había terminado y el dueño de la casa se negaba a cobrar cuando pagaba con unos billetes de mi invención, de mucho más valor que los originales. Mi ciclo en la ciudad había terminado. No me quedaba nada que hacer allí. No tenía ninguna atadura que me retuviera. Había aprendido muchas cosas, creo que todo lo que la ciudad me podía enseñar. Pero, ¿qué me quedaba tras aquellos años? Nada. Sólo recuerdos amargos, soledad y un futuro incierto. Recuerdos tan amargos como una de esas almendras podridas cuyo sabor perdura durante minutos. Ojalá hubiera una máquina capaz de separar las almendras buenas de las podridas. Si la hubiera, se podría vender bolsas de almendras podridas a mitad de precio, que ya hay que ser gilipollas para comérselas gratis. Pero el mundo está lleno de incertidumbres, de ecuaciones sin resolver. A veces la mejor idea es la más criticada. Ya pasó con la inquisición. La gente del pueblo creía que irse a la ciudad era sinónimo de prosperar, pero la vida en la ciudad sólo era un puñado de ilusiones vacías. Ya no me aportaba nada. No tenía nada que ofrecerme. La gente de ciudad vive de una manera muy distinta a la vida que recordaba en el pueblo. No es sólo porque tengan una higiene mucho más salubre. Viven su vida deprisa, corriendo incluso en su tiempo libre. Asumen que tienen que estar ocupados todo el tiempo, que tienen que trabajar la mitad de su vida para poder tener de todo. El resto del tiempo son obligaciones. Incluso la diversión pasa a ser una obligación. Del trabajo se pasa a la diversión, de la diversión al trabajo, del trabajo a la mira contemplativa de del techo, tumbado en la cama. Hay prisa incluso para no hacer nada. No hay tiempo para el descanso, para tomar aire y retenerlo durante varios minutos. No hay tiempo ni si quiera para aclarar todas estas ideas en mi cabeza. Yo mismo sufría esa enfermedad. Esa prisa sin sentido. La gente vive asustada por el futuro. Vive asustada por una época en la que posiblemente ya estemos muertos. Intentan almacenar dinero en lugar de disfrutar del tiempo. No sabes qué hay al otro lado de la esquina. Podría llegar la muerte o un ataque extraterrestre con la consecuente colonización alien. Lo primero que harán los alien es 76
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despertar trajo de vuelta a mi cabe
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hogar? Unos chavales que jugaban en
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su sentido del humor era constante,
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Nines rápidamente quitó su mano d
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