“La Obra Maestra”

“¿Acaso en una operación te extirparon el cerebro humano dañado que tenías, para
ingresarte el de un simio con un ligero retraso mental y, durante la operación, se ha
dañado más que el original?”
Paula se equivocaba. Esa operación no me la practicaron hasta años después y, he de
decir, fue un éxito rotundo.
Es cierto que la chica era ingeniosa, lo cual me enamoró aún más pero, visto en
retrospectiva, hay que reconocer que le faltaba un ápice de tacto. También he de
reconocer que en el momento, con la emoción, la había abrazado sin reparar en los
restos que manchaban mis manos. Su bata blanca ya no lucía tan blanca.
Ella se fue sin decir más y allí me quedé yo, algo confundido. ¿Había querido herir mis
sentimientos o todo aquello tenía una dulce interpretación aún por descubrir? Vi a Paula
alejarse por el pasillo y girar a la derecha al final de él. Al llegar a la esquina giró por
última vez su cara y, con una expresión de éxtasis, señaló a Dios con su dedo corazón,
como expresando un amor devoto a su señor.
Yo me quedé memorizando y analizando sus palabras durante varios minutos. Al cabo
de un rato, capté cierta hostilidad en ellas. Recordé además que, mientras me hablaba,
me había golpeado con un palo, lo cual reducía mucho las posibilidades de una distinta
interpretación más bondadosa.
No sé, creo que fue un poco dura. Hay maneras y “maneras” de decir las cosas. El
lenguaje es una cosa muy poderosa y muy peligrosa si se usa sin control.
El lenguaje tiene palabras tan asquerosas que el sólo pronunciarlas hace revolverse al
estómago. Palabras que sólo un científico maníaco de las palabras puede inventar, con
las técnicas más oscuras y tenebrosas del lenguaje. Me lo imagino atado en una camisa
de fuerza, utilizando sus nocivas ideas para crear palabras impronunciables. Palabras
tales como “heces fecales” o “lefa” (este párrafo contenía palabras tan asquerosas que el
joven lector debía haber evitado leer). Su dañino uso no te deja indiferente. Por ejemplo,
un doctor te dice, "Deposite su muestra de heces fecales y lefa en mi boca". Sólo podría
responderle diciendo, "Doctor, tiene usted un lenguaje asqueroso". El doctor, tras su
análisis, sólo podrá obtener un diagnóstico: "El enfermo soy yo". La tercera palabra en
el ranking de palabras impronunciables es “Enema”. Se me ocurren también ejemplos
con esta palabra, para facilitar su comprensión al lector. Por ejemplo un médico diría,
“Deposite los restos de su enema en mi boca”. Bueno, todo esto es otra cuestión.
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