13.05.2013 Views

“La Obra Maestra”

“La Obra Maestra”

“La Obra Maestra”

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

11<br />

Había pasado ya cinco años sin ver a Paula cuando se produjo otra de esas coincidencias<br />

creadas por Dios. “De aquí quito, aquí pongo. A ti te doy un sombrero, a ti una<br />

enfermedad crónica. Tú naces con una nariz chata, tú llevas bigote”. Así me imagino a<br />

Dios, como un niño caprichoso, sentado en un taburete de bar, tocando cosas al azar,<br />

más por hastío que buscando algún objetivo concreto.<br />

Por aquella época Irene y yo compartíamos prácticamente todo. A pesar de las<br />

consecuencias de aquella extraña merienda cosmopolita, tras la cual me habían vetado<br />

la entrada a su casa, Irene pasaba mucho tiempo conmigo. La noche en cuestión se<br />

trataba de una noche espectacular, de esas en las que las estrellas lucen tan fuerte que no<br />

te dejan ver las nubes.<br />

Salimos a cenar a un restaurante con tara donde se podía comer todo tipo de manjares.<br />

Manjares con tara. Lubina al horno quemada, un cordero asado que se ha caído al suelo<br />

y ha sido olisqueado y mordido numerosas veces por un cordero aún no asado, cordero<br />

lechal que no es lechal, o patatas en su punto de sal con excesiva sal. Todo tipo de<br />

comidas exquisitas, con una ligera tara, pero a un precio de lo más asequible. Era ideal<br />

para llevar a cenar a una novia con tara o, como en mi caso, si tu dinero no llegaba para<br />

comida de baja calidad pero sin tara.<br />

Quería que todo fuera perfecto para esa noche. Irene no era Paula, pero en esta vida, el<br />

que no se conforma, no triunfa.<br />

Cuando encontré las agallas necesarias, cogí la mano de Irene y le puse un precioso<br />

anillo dorado con la figura de un pequeño ruiseñor azul. Irene sonrió, mostrando una<br />

vez más el hoyuelo en su mejilla y aceptando encantada el paso que daba nuestra<br />

relación. Todo era perfecto.<br />

Al salir, ella bajaba trotando por las escaleras del restaurante cuando unas cuantas<br />

neuronas llegaron con correo urgente a la centralita de mi cerebro, donde se toman las<br />

decisiones. El correo venía sin remitente, pero la idea que traían era muy urgente y<br />

requería un análisis inmediato. Muchas de las neuronas que toman las decisiones<br />

llevaban bebiendo toda la noche. “¡Procesemos esa magnífica idea!”, dijo el alegre<br />

hombre beodo al mando en esos momentos.<br />

Mi pie se metió entre las piernas de Irene y mi cara sonrió, como tras una gran victoria.<br />

Como si en ese momento yo fuera el tipo más listo y simpático del mundo. Irene<br />

tropezó y cayó, escaleras abajo, de boca contra el suelo. La broma no tenía precio.<br />

No sé qué esperaba en esos momentos. Me recuerdo mirando alrededor, a la gente que<br />

caminaba por la calle, esperando quizás unas carcajadas, un aplauso, algún comentario,<br />

“Eres el mejor y más gracioso novio del mundo”, no sé.<br />

Y allí estaba ella. Paula. Acompañada de unas amigas, mirando atónita. Las<br />

casualidades ocurren pero, ¿qué probabilidad había de aquello? Dios tuvo que saltarse<br />

varias leyes físicas para crear esa situación. Me lo imagino repitiendo esa misma escena<br />

una y otra vez hasta que logró los resultados esperados. No sé por qué Dios disfruta<br />

tanto con estas cosas. Recuerdo que durante varias semanas probé a llevar una careta<br />

para ver si Dios no me reconocía y me perdía la pista, pero el omnipresente averiguó<br />

dónde vivía.<br />

42

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!