2001 - Facultad de Ciencias - Universidad Autónoma de San Luis ...

El Hijo de El Cronopio No. 135
la Sociedad Mexicana de Superficies y Vacío y el de la Sociedad Mexicana de
Instrumentación. Para variar por las mismas fechas se realizan. En esta ocasión varios
grupos de estudiantes participarán en los mismos, motivo que recuerda aquellas primeras
participaciones “masivas” de la raza de la escuela, que por cierto no nos tocaron. Una de
las que mas se comentan sucedió a principios de los setenta. Prácticamente toda la
escuela se trasladó a Mazatlán a uno de los congresos de la Sociedad Mexicana de Física,
varias anécdotas se cuentan de aquella odisea, mismas que empezamos a escuchar desde
el momento mismo en que ingresamos a la escuela en el setenta y cuatro. Viene a
colación pues recién acaba de efectuarse en Mazatlán el Congreso de Superficies y
Vacío, al que no pudimos ir, sólo el conejo, perdón el Quick, digo el Dr. Pedro Alvarado,
asistió, no sin antes encargarle pegara nuestros trabajos en las sesiones murales. Espero,
haya cumplido. La anécdota más comentada tiene que ver con el Barcenas, uno de los
personajes que de repente aparece por la ahora escuela-facultad. Resulta, que entre esos
largos paréntesis de las actividades académicas de todo congreso, la raza, todos
estudiantes, se encontró departiendo en alguno de los lugares nocturnos del puerto, claro
discutiendo los pormenores de las conferencias y discusiones científicas pertinentes; esa
manía de sólo platicar y tomar quiso ser contrastada por el Barcenas, al grito de -aquí hay
que bailar. -Ves esa vieja, horita la saco a bailar, amenazó el Barcenas a la raza. Después
de varios intentos fallidos, por fin apareció con monumental mujer en la pista de baile,
pavoneándose entre la incrédula raza. Pocas piezas después, ya bailaba de cachetito, y
posiblemente de cartoncito de cerveza. La escena motivó al Barcenas a lucir su conquista
pasando cerca de las mesas cada que le era posible, con discreta mirada de orgullo sobre
el hombro. La raza pasó del asombró a la sospecha; está bien que sí, pero era demasiado
para lo que se podía esperar del Barcenas. Recuperados del asombro no tardaron en darse
cuenta que la dichosa vieja, no era otra cosa que un vulgar “cocono”, “mayate”, o como
acostumbren llamarles, con su uniforme de mujer. Las paseadas del Barcenas junto a las
mesas se convirtieron en guasa; definitivamente el Barcenas logró la contrastación, él
muy orgulloso y la raza toda burla. -Agárrale más abajo que también trae mango, le
comenzaban a gritar, el Barcenas seguía pavoneándose, pensando: ¡envidiosos! Más
tarde que temprano cayó en la cuenta, que efectivamente su dichosa vieja contaba con
mango. Posiblemente en el magreo tocó partes que definitivamente no son de mujer. El
golpe fue tremendo para el Barcenas, del orgullo y lo esponjado, pasó al enojo al
desinfle, y a la pena traducida en depresión; ni el alcohol lo reconfortaba. El regreso fue
penoso, para el Barcenas, la raza comprobó que es mejor chupar que exponerse a esas
experiencias. No sé si en esta ocasión después de treinta años, el conejo haya ido al
mismo tugurio, al menos no hay testigos. De seguro en aquella ocasión el Barcenas bailó
con su “doncella” alguna que otra melodía de Mike Laure y sus cometas, muy de moda
en aquella época y más por que eran precisamente de Mazatlán.
Hoy que en mis brazos estas/Tengo la espera de mi último
adiós/Se parte mi alma de verte llorar,/¡no llores!, ¡no
llores!/Acerca tu alma hacia mí/Tú corazón y tus labios
también,/y guarda bien lo que voy a decir/¡No llores!, ¡no
llores!/Tu me enseñaste a besar,/y me enseñaste la verdad del
amor/Así mi vida la apartaste del mal/Por eso he de ser no mas
para ti/Adiós y guarda mi amor,/y llora cuando de vuelta yo
este/Que yo de dicha también lloraré,/¡No llores!, ¡no llores!
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