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El arte de no amargarse la vida - El mundo del "manitas "

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se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> su mente y corrió a buscar el<br />

rastro <strong>de</strong> su hijo. En un rincón, encontró u<strong>no</strong>s<br />

huesos quemados y <strong>de</strong>dujo que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser<br />

los restos <strong>de</strong>l pequeño Samu. Con el corazón<br />

roto, tomó <strong>de</strong>licadamente los huesos y cenizas<br />

que había <strong>de</strong>bajo y los metió en una bolsa <strong>de</strong><br />

terciopelo.<br />

Pero al cabo <strong>de</strong> u<strong>no</strong>s meses, el pequeño Samu<br />

consiguió escapar <strong>de</strong> los bandidos y viajó <strong>de</strong><br />

vuelta a su pueblo. Una vez allí, buscó <strong>la</strong> nueva<br />

casa <strong>de</strong> su padre y l<strong>la</strong>mó insistentemente a <strong>la</strong><br />

puerta.<br />

—¿Quién l<strong>la</strong>ma? —preguntó el padre sin ganas<br />

<strong>de</strong> ver a nadie.<br />

—Soy Samu, ábreme —contestó el niño.<br />

Kumar estaba muy <strong>de</strong>primido y sólo le<br />

alcanzaron <strong>la</strong>s fuerzas para coger su saco con<br />

los restos <strong>de</strong> su hijo y <strong>de</strong>cir:<br />

—Tú <strong>no</strong> eres mi hijo. A él lo tengo yo en mis<br />

brazos ahora mismo.<br />

—¿Qué dices, padre? ¿Te has vuelto loco? Soy<br />

Samu, tu hijo —dijo el chico, empezando a<br />

pensar que quizá se trataba <strong>de</strong> otro hombre y <strong>no</strong><br />

<strong>de</strong> Kumar.<br />

—Vete, bandido. Si abro <strong>la</strong> puerta será para<br />

quit<strong>arte</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong>. No <strong>no</strong>s molestes más a mí y a<br />

mi pobre hijo —gritó el padre.<br />

Finalmente, Samu se dio por vencido y salió<br />

<strong>de</strong>l pueblo convencido <strong>de</strong> que allí <strong>no</strong> sería nunca

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