Margarita de Valois.pdf

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—Por humanidad, y nada mas.
—Ah! la humanidad! pobre reina, esa virtud
es siempre la que nos pierde.... ¡pobres mugeres!
—Sí, ya comprenderás que de un momento
á otro el duque de Álcncon, mi madre,
mi marido mismo, pueden entrar en mi
habitación.
—Quieres pedirme que te guarde tu hugonolito,
no es esto? que le guarde en tanto
que esté enfermo, con la condición de devolvértele
cuando e^lé restablecido?
—Burlona! dijo Margarita. No, te juro que
no preparo las cosas para tan lejos; ¿pero si
pudieses hallar un medio de ocultar á ese pobre
joven? si pudieses conservarle la vida que
yo le he salvado? pues bien, te confieso que
quedaría verdaderamente reconocida. Tú estás
libre en el palacio de Guisa, no tienes
allí, marido ni cuñado que te espíe ó que
te sujete, y ademas, querida Enriqueta, detrás
de tu alcoba donde felizmente nadie tiene
derecho de entrar, tienes un gran gabinete
semejante al mió. Pues bicnl préstame ese gabinete
para mi hugonote; cuando esté restablecido,
abres la jaula, y el pájaro echará á
volar.
—No hay mas que una dificultad, reina
querida, y es que la jaula está ocupada.
—Corno! has salvado tú también á alguno?
—Eso es justamente lo que yo respondí á
tu hermano.