Margarita de Valois.pdf

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da eon un candado, ó invitó respetuosamente
al rey á que bajase.
Enrique obedeció sin hacer la menor observación.
Cualquier albergue le parecía mas seguro
que el houvre, .y diez puertas que tras
él se cerrasen, se cercaban asimismo entreoí
y Catalina de Mediéis.
Atravesó el regio prisionero el puente levadizo
entro dos soldados, pasó una trasoirá por
las tros puertas de la parle inferior de! torreón
y las otras tres do la escalera, y subió un tramo.
Viendo allí el capitán de guardias que iba
á seguir subiendo, le dijo:
—Deteneos aquí, monseñor.
—Hola! dijo Enrique deteniéndose, parece
que me hacen los honores de piso principal.
—üs tratan, señor, respondió Mr. de Nancy
como a una testa coronada.
— Diantre ! dianlre 1 murmuró Enrique,
no me hubiera yo resentido por subir dos
ó tres pisos mas. Voy á estar aquí demasiado
bien, y acaso sospecharán algo.
—Quiere, seguirme V. M.? dijo M. do Nancy.
=l':irdiez! continuó el rey de Navarra; bien
sabéis, señor mió, (pie aquí no se trata de
que yo quiera ó no quiera sino do lo que mande
mi hermano Carlos.
=¿Manda que os siga?
—Si señor.
—En ese caso vamos allá.
Con esto entraron en un;: especie de eorredor
á cuya estremidad había una sala bastan-