Margarita de Valois.pdf

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=Quercis que le rehuse la entrada? preguntó
Carlota.
—No, no, respondió Enrique, inaesc Rene,
no hace nada sin haber pensado antes en lo
que hace; si viene á nuestro cuarto, es que
tiene motivos para ello.
—Queréis, pues, ocultaros?
— Me guardaría muy bien de eso, respondió
Enrique, maese llené lo sabe todo, y por
lo tonto, sabe que estoy aqui.
—Pero vuestra magostad tiene, si no me
engaño, algunos motivos para que la presencia
de Rene le sea dolorosa.
—Yol dijo Enrique (haciendo un esfuerzo
que no pudo ocultar á pesar del dominio que
ejercía sobro sí mismo) ¿yo? ninguno; estábamos
algo serios, poro desde la noche de
San liartholcmy, nos horros reconciliado.
—Que entro, ti:jo la Sauve á .Dañóla.
Un momento después apareció Rene, lanzando
en rededor suyo una mirada que abrazaba
toda la habitación.
Madama de Sauve permanecía delante de
su tocador.
Enrique había vuelto á ocupar su sitio en
el canapé.
Carlota estaba á la luz, Enrique se hallaba
colocado á la sombra.
—Señora, dijo Rene con una familiaridad
respetuosa, vengo á pediros que me escuseis.
—¿Y de qué. Rene? preguntó la Sauve con
esa afabilidad que tienen siempre las mugeres