Margarita de Valois.pdf

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tó la besó y se marchó igualmente.
—¡Qué buena es Margarita! murmuró Carlos.
Soia Catalina con el rey. permaneció sin
moverse á la cabecera de la cama. Viéndose
Garlos frente á frente con ella, se arrimó á
la pared con la misma sensación de terror que
nos hace retroceder ante una serpiente.
Porque Carlos, prevenido por las declaraciones
de llené, y quizá mejor todavía por el silencio
y la meditación, no tenia siquiera la dicha
de dudar.
Sabia perfectamente á qué y á quién debía
atribuir su muerte.
Así es que cuando se aproximó Catalina al
lecho y presentó á su hijo una mano, fría como
sus miradas, este tembló y tuvo miedo.
—¿Os quedáis, señora? le dijo.
—Sí, hijo mío, contestó C italina; tengo que
hablaros de cosas importantes.
—Hablad, señora, repuso Carlos apartándose
mas todavia.
—Señor, dijo la reina, os he oído afirmar no
ha mucho que vuestros médicos eran grandes
doctores.
—Y lo afirmo todavia.
x^Sin embargo, ¿qué han hecho desde que
estáis enfermo?
—Nada en verdad.... pero si hubieseis o do
lo que han dicho por cierto, señora, que
dan tentaciones de estar malo, solo paro cutan
sabias disertaciones.