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—Mejor, madre, mejor.
—¿Y qué os dicen vuestros médicos?
—¿Mis médicos? ¡oh! son grandes doctores,
madre dijo Carlos con una carcajada, y os
confieso que me causa un indefinible placer
el oirles discutir sobre mi enfermedad. Nodriza
dame do beber.
La nodriza llevó ó Carlos una taza de su ordinaria
bebida.
—¿Qué os hacen tomar, hijo mió?
—\Ohl señora, ¿quién entiende una palabra
de sus preparaciones? preguntó Carlos apurando
vivamente e! brevajo.
—Lo que mi hermano necesitaría, dijo Francisco,
seria poder levantarse y tomar el sol;
la caza, que tanto le gusta, le haria mucho
provecho.
—Sí, respondió Carlos con una sonrisa cuya
significación no pudo adivinar el duque;
la última, empero, me hizo mucho daño.
Pronunció Carlos estas palabras de un modo
tan particular que la conversación en que
no tomaron los circunstantes la menor parte
no pasó de allí. Poco después hizo el rey un
leve movimiento de cabeza. Conociendo los
cortesanos que había terminado In recepción,
se retiraron unos tras otros.
Alenzon se movió como para acercarse á su
hermano, mas un interno impulso le detuvo.
Saludó y salió del aposento.
Margarita cogió con aflicción la descarnada
mano que su hermano le presentaba, la apre-