Margarita de Valois.pdf

— 20 —
inó con esa orden, y que cuando las dos voces
hablan solo escucháis la de vuestro corazón.
Ahora yo también os amo, y os amo
con toda el alma, y ese misino amor es la
causa de que yo os oculte mis secretos, temiendo
comprometeros entendámonos, porque
la amistad de la reina es mudable, es
la de una madre política.
No era eso lo que deseaba Carlota; parecíale
que ese velo espeso que existia entre
ella y su amante, siempre que trataba de
penetrar e:i los abismos de aquel corazón
insondable, tomaba ahora toda la consistencia
de un muro que los separaba. Carlota
sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas al
oir la respuesta de Enrique... en este momento
sonaron las diez.
—Sirel dijo Carlota, he aquí la hora do que
yo me retire á descansar. Mañana estoy de
servicio muy temprano en la cámara de la
reina madre.
—Luego me despedís esta noche, amiga mía?
dijo Enrique.
—Enrique, estoy triste; oslando triste, os
parece; ¡a que estaba de mal humor, no rnc
amaríais. Ya veis que es mejor que os retiréis.
—Sea! dijo el bearnés; si lo cesigís, Carlota,
me retiraré, pero ¡ventre Saint gris!
al menos me permitiréis que asista á vuestro
tocador.
—Pero, y la reina Margarita? no veis que