Margarita de Valois.pdf

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y madama de Sauve que había concluido per
aceptar de todo corazón osle amor ordenado
por Catalina, le contemplaba con el mayor
interés, para observar si sus ojos estaban
de acuerdo con sus palabras.
—Víamos, Enrique, dijo madama de Sauve,
sed tranco; aquella r.oclie que pasasteis en el
gabinete de su inagcstad la reina de Navarra,
y que teníais á Mr. de la Mole, echado á
vuestros pies, no sentíais que esc digno caballero
so ludíase colocado entre vos y la alcoba
de la reina?
—Sí en verdad, amiga mía, respondió Enrique,
poique era picciso pasar por aquella alcoba
para Ucear á esta en que me hallo ahora, y
en la quo sos t m feliz.
Carlota de Sativo se sonrió.
— V no habéis vuelto allá desde entonces?
—Nada mas quo las veces que os he dicho.
—Y no entrareis nunca en ella sin decírmelo?
—Nunca.
—Lo juraríais?
—Sí si fuese aun hugonote pero.....
—Pero ipié?
—La religión católica, cuyo dogma estoy
aprendiendo, me dice que no se debe jurar
nunca.
—Gascón! dijo la Sauve sacudiendo la cabeza
.
—Y vos, Carlota, dijo Enrique, sí yo os