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la preocupa, como Aquiles, es vulnerable. Y
esa muger... si no me engaño... no puedo contar
sobre su amor.
Margarita calló.
—Escuchad, continuó Enrique. Al oir el último
tañido de la campana de Saint-Germain
1' Auxerrois, habéis debido pensar en recobrar
vuestra libertad, que se habia hipotecado
para destruir á los de mi partido. Yo he debido
pensar en salvar mi vi la. Era lo primero...
perdemos la Navarra, bien lo só. Pero la
Navarra vale bien poco en comparación de la
libertad que se os devuelve, la libertad de poder
hablar alto en vuestro cuarto,cosa que no
os atrovíaisá hacer cuando alguno os escuchaba
desde el gabinete.
Aunque estaba fuertemente preocupada, Margarita
no pudo menos de sonreírse. En cuanto
al rey de Navarra, se habia ya levantado
para volverse á su habitación, porque hacia
ya rato que habían dado las once, y todos
parecían dormir en el Louvre.
Enrique dio tres pasos hacia la puerta; luego
deteniéndose súbitamente como si solo entonces
recordase el motivo que le habia traído
á la habilacion de la reina, le dijo:
—A propósito, señora, no teníais que comunicarme
ciertas cosas, ú ofrecerme la ocasión
de daros gracias por el plazo que vuestra presencia
en el gabinete de armas del rey, me
ha concedido ayer? En verdad, señora, que
ya era tiempo; no puedo negarlo, habéis des-