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modos, señora, sed franca; á falla de otro
sentimiento, un amor como el mío, tiene derecho
á exigir en pago la franqueza.
Ved, yo me prosterno á vuestros pies. Si
lo que. habéis esperiinentado por mí, no es
mas (pie un sentimiento pasagero, os devuelvo
vuestra lo y vuestras promesas; devuelvo
á Mr. de Alenzou sus atenciones v mi
cargo de gentil-hombre, y voy á hacerme matar
en el sitio de la Uoehela, si es que el
amor no me mata antes de llegar allá.
Margarita escachó sonriendo estas palabras
llenas de encanto, y siguió con los ojos esta
acción llena de gracia, luego inclinando su
hermosa cabeza meditabunda sobre su mano
ardiente:
—Me amáis? le preguntó.
—Oh señora! mas que í> mi vida, mas que
á mi salvación, mas que á todo... pero vos...
vos no me amáis.
—Pobre loco! murmuró la reina.
—Sí, si, señora, esclamó la Mole siempre
á sus pies; ya os he dicho que lo estaba!
—Con (pie el primer interés de vuestra
vida es vuestro amor, mi querido la Mole?
—Es el solo, el único, señora.
—Pues bien, sea! sin embargo, yo no haré
de este amor mas que un accesorio. Me
amáis, pues? Queréis permanecer cerca de mí?
—Mi sola plegaria, la sola que elevo á
Dios, es que no me aleje mas de vos.
—Pues bien! no me dejareis nunca, os
necesito, la Mole.