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del camino que habia iiunado la reina, pero
por el mismo paseo, pasó á toda rienda una
tropa de jinetes que los dos amigos conocieron
ser protestantes; sus caballos, enardecidos
y casi furiosos, brincaban como las langostas
de que habla Job:—Aparecieron y desaparecieron.
—¡Dianlrc! esto se va poniendo serio, dijo
Cocorinas levantándose. Vamos al pabellón de
Francisco I.
—Nada de eso, respondió la Mole. Si nos
han descubierto, ese pabellón ser'i el primero
que llame la atención del rey, puesto que era
el punto de reunión general.
—Kn eso puedes tener ra/on, murmuró Coconnas.
No bien acabó de pronunciar estas palabras,
cuando pasó un gabinete como un relámpago
por entre los árbo'cs; y atravesando fosos,
matorrales y barreras, llegó ju..to á los dos caballeros.
Llevaba una pistola en cada mano,
y guiaba tan solo con las rodillas á su caballo
en aquella furibunda carrera.
—¡Mr.de Mouyl esclamó Coconnas mas inquieto
y alborotado ya que la Mole. ¿Mr.de
Mouy huyendo? ¿Tocan á escaparse?
—¡lili! ¡aprisa! ¡aprisa! gritó el hugonote;
marchaos; todo se ha perdido; he dado un rodeo
para decíroslo; ¡a caballo!
Y como no habia cesado de correr mientras
pronunciaba estas palabras, ya se hallaba lejos
cuando las terminó, y por consiguiente,