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terminología oral, una terminología que acepta como racional el término «cohabitación inmoral y<br />

lasciva». No soy un psicópata sexual y criminal que se toma libertades indecentes con una niñita. El<br />

violador fue Charlie Holmes; soy terapeuta... un agradable intervalo en el camino de la distinción. Soy tu<br />

papaíto, Lo. Oye: tengo aquí un libro especializado sobre niñas. Oye, querida, lo que dice. Cito: la niña<br />

normal —observa bien—, la niña normal suele mostrarse muy ansiosa por agradar a su padre. Siente en<br />

él al antecesor del varón deseado y evasivo (¡«evasivo» está muy bien, por Polonio!) La madre sensata<br />

(y tu madre habría sido sensata, si hubiera vivido) debe alentar un compañerismo entre padre e hija,<br />

comprendiendo —disculpa este estilo sin elegancia— que la niña conforma sus ideales de amor y del<br />

hombre mediante su asociación con su padre. Ahora bien, ¿cuáles son las asociaciones que cita —y<br />

recomienda— este libro Vuelvo a citar: entre los sicilianos, las relaciones entre padre e hija se dan por<br />

sentadas y la niña que participa de tales relaciones no es mirada con desaprobación por la sociedad de<br />

que forma parte. Soy un gran admirador de los sicilianos, excelentes atletas, excelentes músicos, hombres<br />

excelentes y rectos, Lo, y grandes amadores. Pero no nos vayamos por las ramas. El otro día leímos en<br />

los diarios todo un escándalo sobre un maduro enemigo de la decencia que fue declarado culpable de<br />

violar el acta de Mann y de transportar de estado en estado a una niña de nueve años con propósitos<br />

inmorales, sean cuales fueren. ¡Querida Dolores! No tienes nueve años, sino casi trece, y no te<br />

aconsejaría que te consideres como mi esclava en esta travesía, y deploro el acta de Mann como causante<br />

de un terrible equívoco, la venganza que los dioses de los semánticos se toman contra los filisteos de<br />

apretados lazos. Soy tu padre, y hablo claro, y te quiero. Por fin, veamos qué puede ocurrirte si tú, una<br />

menor acusada de menoscabar la moral de un adulto en un hotel respetable, te quejas a la policía de que<br />

te he raptado y violado. Supongamos que te quejes. Una menor que permite a una persona de más de<br />

veintiún años que la conozca carnalmente, induce a su víctima a violación estatuida o a sodomía de<br />

segundo grado, según la técnica; y la pena máxima es de diez años. Me mandan, pues, a la cárcel. Pero,<br />

¿qué ocurre contigo, mi pequeña huérfana Bueno, tú tienes más suerte. Pasas a manos del Departamento<br />

de Bienestar Público... cosa que no suena muy bien, me temo. Una matrona formidable, del tipo de la<br />

señorita Phalen, pero más severa y menos aficionada que ella a la bebida, te quitará tu lápiz labial, tus<br />

bonitos vestidos. ¡Basta de correrías! No sé si conoces las leyes sobre los niños menesterosos,<br />

abandonados, incorregibles y delincuentes. Mientras yo me aferré a los barrotes, a ti, feliz niña<br />

abandonada, te darán a elegir entre varias residencias, más o menos iguales: la escuela correccional, el<br />

reformatorio, el hogar para detención juvenil, o una de esas casas para niñas donde tejerás cosas,<br />

cantarás himnos y, los domingos, comerás paneques rancios. Irás a esos lados, Lolita. Mi Lolita, ésta,<br />

dejará a su Catulo y se irá ahí, como la niña descarriada que es. En términos más claros, si nos pescan<br />

serás analizada e institucionalizada, mi chiquilla. C'est tout. Vivirás, mi Lolita, vivirás (ven aquí, mi flor<br />

dorada) con otras treinta y nueve descarriadas en un dormitorio sucio (no, permíteme, por favor) bajo la<br />

supervisión de matronas abominables. Ésa es la situación, ésa es la alternativa. ¿No crees que en esas<br />

circunstancias Dolores Haze haría mejor en no apartarse de su viejito<br />

Machacando todo eso, logré aterrorizar a Lo, que a pesar de su aire vivo y alerta y sus muestras de<br />

ingenio no era una niña tan inteligente como podía sugerirlo el informe de su campamento. Pero si me las<br />

compuse para dejar sentada una situación de secreto y culpa compartidos, fui menos eficaz al tratar de<br />

mejorar su humor. Todas las mañanas, durante nuestros largos viajes, tenía que urdir alguna sorpresa,<br />

algún punto especial en el espacio y el tiempo para que Lo fijara en él sus ojos y sobreviviera hasta la<br />

hora de acostarse. De lo contrario, desprovisto de un propósito plausible y concreto, el esqueleto de su

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