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Las amigas de Lo, que yo había tratado de conocer, se revelaron en general muy decepcionantes.<br />
Entre ellas estaban Opal Something, y Linda Hall, y Avis Champman, y Eva Rosen, y Mona Dahl (salvo<br />
uno, todos esos nombres son aproximativos, desde luego). Opal era una criatura tímida, informe, llena de<br />
granos, con anteojos, que adoraba a Dolly y no se dejaba dominar por ella. Con Linda Hall, campeona de<br />
tenis de la escuela, Dolly jugaba partidos por lo menos dos veces por semana: sospecho que Linda era<br />
una verdadera nínfula, pero por algún motivo que ignoro no fue nunca a nuestra casa (quizá le prohibieron<br />
visitarnos); por eso sólo la recuerdo como un resplandor de sol en una cancha de tenis cubierta. Entre las<br />
demás, ninguna podía aspirar al título de ninfa, salvo Eva Rosen. Avis era una niña rechoncha de piernas<br />
velludas, mientras que Mona, con una atracción vulgarmente sensual y sólo un año mayor que mi amante<br />
en desarrollo, había dejado de ser mucho antes una nínfula, si es que en verdad lo había sido. Eva Rosen,<br />
una personilla desplazada de Francia, era, por su parte, un excelente ejemplo de una niña desprovista de<br />
belleza llamativa, pero que revelaba al aficionado perspicaz algunos de los elementos básicos del<br />
encanto nínfulo, tales como una figura perfecta de púber, ojos de lento mirar y pómulos salientes. Su<br />
brillante pelo cobrizo tenía la suavidad del de Lolita, y los rasgos de su delicado rostro lechoso, con<br />
labios rosados y pestañas casi platinadas no tenían aire de zorro como los de sus semejantes, la cofradía<br />
de las pelirrojas intra-raciales. Tampoco usaba el uniforme verde de su clan; la recuerdo con ropas casi<br />
siempre negras o de un rojo oscuro: un pullover negro muy elegante, por ejemplo, zapatos negros con<br />
tacones altos, y esmalte granate en las uñas. Yo hablaba francés con ella (gran disgusto por parte de Lo).<br />
Las tonalidades de la niña eran aún admirablemente puras, pero para los términos escolares y deportivos<br />
recurría al norteamericano común. Más adelante, un ligero acento de Brooklyn se insinuó en su lenguaje,<br />
cosa harto divertida en una parisiense que asistía a una escuela elegante de Nueva Inglaterra con falsas<br />
presunciones británicas. Por desgracia, a pesar de que «el tío francés» de esa chica era «millonario», Lo<br />
se apartó de ella por algún motivo antes de que yo pudiera disfrutar con mi habitual modestia de su<br />
presencia fragante en la casa abierta de Humbert. El lector ya sabe qué importante es para mí reunir a un<br />
grupo de niñas-pajes –nínfulas «premio consuelo»– en torno a mi Lolita. Durante algún tiempo procuré<br />
interesar mis sentidos en Mona Dahl, a la cual veíamos con frecuencia, sobre todo al fin de la primavera,<br />
cuando Lo y ella se entusiasmaron con el arte dramático. Muchas veces me pregunté qué secretos atroces<br />
habría comunicado la traidora Dolores Haze a Mona, sobre todo cuando me espetó – después de una<br />
serie de preguntas urgentes y bien remuneradas– varios detalles realmente increíbles sobre una aventura<br />
que Mona había tenido en la playa con un marino. Era característico de Lo que escogiera como amiga<br />
más íntima a esa joven hembra elegante, fría, lasciva, experimentada, a la cual en cierta ocasión había<br />
oído yo decir alegremente (interpretación errónea, juraba Lo), en el pasillo, a Lolita –que había<br />
observado que su sweater era de lana virgen–: «Es lo único que tienes virgen, querida...» Tenía una voz<br />
curiosamente ronca, pelo opaco con ondulación artificial, aros, ojos salientes color ámbar y labios<br />
lascivos. Lo decía que los profesores le habían reprochado que se cargara de tantas alhajas falsas. Le<br />
temblaban las manos. Yo sabía que tenía en su espalda aseñorada un tremendo lunar color chocolate, que<br />
inspeccioné la noche en que ella y Lo se vistieron con trajes vaporosos, de color pastel y escote bajo,<br />
para el baile de la Academia Butler.<br />
Quizá me adelante demasiado, pero no puedo evitar que mi memoria corra sobre el teclado de ese