Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
16<br />
El hueco de mi mano estaba aún lleno con el marfil de Lolita, con la sensación de su espalda preadolescente<br />
–una sensación deslizante, con suavidad marfileña–, de su piel bajo la tela delgada que yo<br />
había restregado mientras la abrazaba. Me dirigí hacia su cuarto en desorden, abrí la puerta del ropero y<br />
me sumergí en un revoltijo de cosas que la habían tocado. Encontré una prenda rosada, liviana, rota...<br />
Envolví en ella el corazón henchido de Humbert. Un caos punzante bullía en mi interior; pero era<br />
necesario que dejara esas cosas y me recobrara cuanto antes, pues oí la voz aterciopelada de la criada<br />
que me llamaba desde las escaleras. Tenía un mensaje para mí, dijo; y retribuyendo mi automático<br />
«gracias» con un amable «de nada», la buena Louise depositó en mi mano trémula un sobre sin<br />
estampilla, curiosamente inmaculado.<br />
«Ésta es una confesión: te amo...»<br />
Así empezaba la carta, y durante un instante confundí sus garabatos histéricos con la mala letra de una<br />
colegiala.<br />
«El domingo pasado, en la iglesia –¡qué malo fuiste negándote a ir a ver nuestras hermosas ventanas<br />
nuevas!–, sólo el domingo pasado, cuando supliqué al Señor que me iluminara, recibí instrucciones de<br />
actuar como ahora lo hago. No hay otra alternativa. Te he querido desde el minuto en que te vi. Soy una<br />
mujer apasionada y solitaria, y tú eres el amor de mi vida.<br />
Ahora, amado mío, vida mía, mon cher, cher, cher, monsieur , has leído esta confesión. Ahora lo<br />
sabes todo. De modo que te suplico: márchate en seguida. Es la orden de la dueña de casa. Despido a un<br />
huésped. Lo echo. ¡Fuera! ¡Vete! Departez! Volveré a la hora de comer, si no tengo un accidente (¿qué<br />
importaría), y no quiero encontrarte en la casa. Por favor, por favor, vete en seguida, ahora, no leas<br />
siquiera esta carta absurda hasta el fin. Vete. Adiós.<br />
La situación, chéri, es muy simple. Desde luego, sé con absoluta certeza que no soy nada para ti,<br />
menos que nada. Oh, sí, te gusta hablar conmigo (y burlarte de mí), le has tomado afecto a nuestra casa<br />
acogedora, a los libros que me gustan, a mi jardín encantador, hasta a los alborotos de Lo, pero... yo no<br />
soy nada para ti. ¿No es cierto Absolutamente nada. Pero si después de leer mi «confesión» resolvieras<br />
con tu oscuro y romántico aire europeo, que soy lo bastante atractiva para sacar ventaja de mi carta y<br />
hacerme avances, entonces serías un criminal, peor que el raptor que viola a un niño. Ya lo ves chéri. Si<br />
resolvieras quedarte, si te encontrara en casa (cosa que no ha de ser, lo sé, y por eso soy capaz de<br />
desahogarme), tu permanencia sólo significaría una cosa: que me quieres tanto como yo a ti, como<br />
compañero para toda la vida, que estás dispuesto a unir nuestras vidas para siempre y a ser un padre para<br />
mi niñita.<br />
Déjame divagar un poco más, amado mío, pues sé que ya habrás roto esta carta y sus pedazos<br />
(ilegibles) estarán en el vórtice del inodoro. Amado mío mon, tres, tres cher, qué mundo de amor he<br />
construido para ti durante este junio maravilloso. Sé qué reservado, qué "inglés" eres. Tu reticencia<br />
europea, tu sentido del decoro se sentirá alarmado ante la osadía de una muchacha norteamericana. Tú,<br />
que ocultas tus sentimientos más poderosos, me considerarás una tontuela descarada al verme abrir de tal<br />
modo mi destrozado corazón. El señor Haze era una persona maravillosa, un alma pura, pero era veinte<br />
años mayor que yo y... bueno, no diré chismes sobre el pasado. Amado mío, tu curiosidad se habrá<br />
saciado si has ignorado mi pedido y has leído esta carta hasta su amargo fin. Pero no hagas eso.