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11<br />
Un lunes por la mañana, creo que en diciembre, Pratt me pidió que fuera a la escuela para conversar<br />
con ella. El último informe de Dolly había sido pobre, lo sabía. Pero en vez de contentarme con esa<br />
explicación plausible para la cita, imaginé toda suerte de horrores y debí fortificarme con un trago antes<br />
de afrontar la entrevista. Lentamente, todo nuez de Adán y corazón, subí los escalones del patíbulo.<br />
Una mujer inmensa, de pelo gris, mal peinada, de nariz grande y roma y ojos pequeños tras los<br />
anteojos de armazón negra... «Siéntese», me dijo señalando un banquillo ordinario y humillante, mientras<br />
ella se apoyaba con pesada agilidad en el brazo de un sillón de roble. Durante uno o dos segundos me<br />
escrutó con sonriente curiosidad. Recuerdo que había hecho lo mismo durante nuestro primer encuentro,<br />
pero entonces aún podía devolverle la mirada. Sus ojos se apartaron de mí. Se concentró en sus<br />
pensamientos, quizá ficticiamente. Al fin ya resuelta, frotó pliegue tras pliegue de su falda de franela gris,<br />
sobre la rodilla, quitando una huella de tiza o alguna otra cosa. Después dijo, siempre frotando, sin<br />
mirarme:<br />
—Permítame hacerle una pregunta franca, señor Haze. Es usted un padre anticuado, a la europea, ¿no<br />
es cierto<br />
—No, por Dios —dije—. Conservador, quizá, pero no lo que usted llama anticuado.<br />
La mujer suspiró, frunció el ceño y después juntó las grandes manos regordetas con aire de «vayamos<br />
al grano» y volvió a fijar en mí las cuentas de sus ojos.<br />
—Dolly Haze —dijo— es una niña encantadora, pero el comienzo de su maduración sexual parece<br />
perturbarla.<br />
Asentí ligeramente. ¿Qué otra cosa podía hacer<br />
—Aún vacila —dijo la señorita Pratt explicándose con sus manos con manchas provocadas por el<br />
hígado— entre la zona anal y genital de desarrollo. Esencialmente, es una encantadora cri...<br />
—Perdón —interrumpí—. ¿Qué zonas<br />
—¡Ya salió el europeo anticuado! —exclamó la Pratt palmeando ligeramente mi reloj pulsera y<br />
descubriendo súbitamente su dentadura postiza—. Quiero decir que las tendencias psicológicas y<br />
biológicas... ¿Fuma usted... no se funden en Dolly, no forman, por así decirlo, un... molde redondo.<br />
Durante un instante sus manos sostuvieron un melón invisible.<br />
—Es atractiva, inteligente, aunque desatenta...<br />
Respirando pesadamente, sin abandonar el brazo del sillón, la mujer hizo una pausa para mirar el<br />
informe sobre la niña encantadora, sobre el escritorio a su derecha.<br />
—Sus calificaciones empeoran cada vez más. Ahora bien, yo me pregunto, señor Haze...<br />
De nuevo un instante de falsa meditación.<br />
—Bueno, por mi parte —siguió con brío—, debo decir que fumo y, como solía decir el doctor<br />
Pierce, no me enorgullezco de ello, pero me gusta.<br />
Encendió el cigarrillo y el humo que exhaló por la nariz fue como un par de colmillos.<br />
—Permítame darle unos cuantos detalles, sólo me llevará un instante. Veamos... (buscó entre sus<br />
papeles). Es altanera con la señorita Redcock y terriblemente grosera con la señorita Cormorant. Y oiga<br />
usted ahora uno de nuestros informes especiales: le gusta cantar en grupo en clase, aunque su mente<br />
parece en otra parte. Cruza las piernas y lleva el ritmo con la izquierda. Vocabulario: unos doscientos