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cero. Aunque las ayudas selectivas se empiezan a implementar en los países
más desarrollados con sistemas y niveles de bienestar notables, su práctica
se ha extendido a los países en vías de desarrollo impulsada, en parte,
por organismos como el Banco Mundial.
En principio se puede pensar que destinando los recursos disponibles para
aliviar la pobreza a quienes más lo necesitan se consigue la máxima eficacia
a la hora de reducirla, ya que así no se destinan recursos a los individuos que
no son pobres –que es lo que sucede con una ayuda universal–. En otras palabras,
parece ser que limitando las ayudas a los pobres, se puede alcanzar el
mismo objetivo con menos dinero. Adicionalmente, y dado que hemos definido
la pobreza en términos relativos, si sólo se dan prestaciones monetarias
a los pobres y, por consiguiente, no se transfiere dinero a las familias con
rentas situadas por encima del umbral de pobreza, es más fácil reducir el
alcance de la pobreza ya que la renta mediana, antes y después de las transferencias,
será muy similar y, por tanto, el nivel de renta correspondiente al
umbral de pobreza apenas cambiará con las transferencias.
A pesar de las aparentes ventajas, resaltadas en la literatura durante las dos
últimas décadas, es claro que diseñar e implementar un sistema de ayudas
condicionadas a la renta tiene unos costes tan elevados que pueden llegar a
superar los beneficios mencionados. El éxito del sistema, por tanto, dependerá
básicamente de los costes de implementar el programa, que están directamente
relacionados con la información que posea el Gobierno, su capacidad para
verificar la información de los beneficiarios y el éxito que se tenga en llegar a
los grupos de interés. La literatura empírica, basada principalmente en países
anglosajones y en países en vías de desarrollo, indica que la complejidad de los
sistemas selectivos puede poner en entredicho su eficacia aparente.
A diferencia de las ayudas universales, es difícil asignar y gestionar de forma
automática y sin la intervención de los beneficiarios las ayudas selectivas, pues
a menudo el Gobierno no dispone de los mecanismos ni de la información
para hacer la selección de modo correcto y que la ayuda llegue a los hogares
elegibles. La población elegible, por tanto, desempeña un papel activo solicitando
la ayuda, y la Administración debe tener mecanismos para verificar la
información entregada, lo que a menudo es difícil y costoso. La efectividad de
las ayudas selectivas depende de los problemas que genera una información
imperfecta y de las dificultades y los costes administrativos.
Medidas contra la pobreza infantil 141