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cambio, conviene destacar que los resultados indican que, en comparación
con la población total, un mayor número de niños sufren carencias simultáneas
en las tres dimensiones consideradas y también en las dimensiones
básicas de consumo y en la secundaria. Estos niños además se ven afectados
por niveles de privación en consumo que cuadruplican la media de la
de los niños con alguna carencia. Por ende, los resultados relativos al riesgo
de privación indican que los niños tienen un riesgo de privación superior
al del conjunto de la población, si bien las diferencias no son tan importantes
como en el caso de la pobreza monetaria. En cuanto a la
pobreza consistente, los resultados muestran un resultado preocupante:
para una parte muy importante de las familias con niños –un 13,5% de la
población infantil–, la falta de ingresos ha venido acompañada de importantes
deficiencias en su nivel de vida a partir de 2010.
Como ya se ha expuesto, posiblemente el incremento del porcentaje de
niños en privación es inferior al esperado en el contexto de crisis. Este resultado
se explica por el hecho de que a menudo son necesarios varios
períodos con rentas equivalentes inferiores al umbral de pobreza, antes de
que esta precariedad económica se refleje en las condiciones de vida de los
hogares. Es la acumulación en el tiempo de dificultades económicas lo que
se termina traduciendo en problemas de privación. En este sentido, se evidenciaría
la necesidad de dedicar más recursos a la lucha contra la pobreza
monetaria que los que se destinan a combatir la privación material.
Desde una perspectiva comparada, y utilizando la metodología de la Comisión
Europea, que define un hogar en privación material severa cuando
sufre por lo menos cuatro de las nueve carencias posibles, hemos podido
observar que, según esta medida, España está entre los países con porcentajes
más bajos de adultos y niños afectados. Bien es cierto que con la crisis
económica se habría producido un aumento de la prevalencia en este
problema, pero aun así España no perdería su posición privilegiada, con
porcentajes inferiores a la media de los países de la Unión Europea-15.
Este resultado es completamente distinto del observado en el caso de la
pobreza monetaria ya comentado, pero que está determinado por una metodología
que es probable que cambie a muy corto plazo puesto que no
refleja como corresponde las condiciones materiales de algunos países
miembros de la Unión Europea.
160 Infancia, pobreza y crisis económica