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SUMARIO - Editorial Sal Terrae

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SERVIDORES DE LA COMUNIDAD905a) Reconocerlos y ayudarles a emergerEs el Espíritu quien lo suscita. Pero el Espíritu se vale frecuentementepara ello del ministerio ordenado para hacerlo emerger. Los carismasde muchas personas están «dormidos» por la inconsciencia o la negligenciade sus portadores. A los sacerdotes nos corresponde ser «ministrosde la inquietud» que van despertando carismas adormecidos ovoluntades renuentes para acogerlos. Nuestra misión no consiste enacaparar los carismas de la comunidad, sino en descubrirlos y facilitarque sean ejercidos. Hay pastores muy trabajadores que no saben descubrirlos carismas de su comunidad.b) DiscernirlosLos carismas, como procedentes del Espíritu, son puros y limpios. Perocuando un carisma se encarna en una persona, en un grupo, en un movimiento,en una institución..., se mezcla de «carne y sangre». Surge launilateralidad o el orgullo espiritual. El discernimiento consiste en distinguirel soplo del Espíritu y la voz de la sangre, que coexisten en loscarismas encarnados. Es la ayuda que el ministerio ordenado ofrece alcarisma para que se purifique de sus adherencias carnales y para que seenriquezca, sin desnaturalizarse, con valores de los que carece. Los criteriospara este discernimiento no son ni mis gustos ni mi sensibilidadespiritual o apostólica particular, ni siquiera mis opciones pastoralesparticulares. Tales criterios son básicamente dos: si son conformes a lafe y si generan unidad eclesial. Es natural que, cuando se trata de carismasde amplia extensión, este servicio haya de ser ofrecido por el ministeriodel obispo y del consejo de los presbíteros.c) ArmonizarlosLos carismas encarnados en personas y grupos sienten, a veces intensamente,la tentación del aislamiento y de la confrontación con otroscarismas, incluso con la institución eclesial. El presbítero recibe «en ellote de su propio carisma» la vocación de aunar, conciliar, armonizarcarismas diferentes. Podemos comparar la vocación presbiteral en estepunto con la del director de coro que, respetando la personalidad devoces y cuerdas diferentes, logra que todas ellas «empasten» sin perdersu cromatismo propio. PDV 26 reclama del sacerdote la «capaci-sal terrae

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