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del aprendizaje

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(Crosnoe, 2004). Csikszentmihalyi, Rathunde y<br />

Whalen (1993) han desarrollado un mo<strong>del</strong>o de<br />

dinámica que permite tanto desafiar como ofrecer<br />

ayuda. En las familias que enfatizan los desafíos,<br />

los padres valoran que los adolescentes asuman<br />

responsabilidades, organicen sus acciones como lo<br />

haría un adulto y se sientan capaces de hacer frente<br />

a situaciones personales difíciles. Es más probable<br />

que los adolescentes de familias con grandes retos<br />

tengan un sentido de dirección hacia la meta y que<br />

hagan más deberes y los reconozcan como un medio<br />

hacia el crecimiento y el éxito futuros.<br />

En las familias que enfatizan la ayuda, para los padres<br />

es importante que el adolescente se sienta querido<br />

y valorado: los adolescentes de estas familias suelen<br />

sentirse más optimistas y sus actitudes hacia la<br />

escuela son más positivas. Hay familias con grandes<br />

retos y que además brindan mucho apoyo: en ellas,<br />

los adolescentes tienen una autoestima más alta y<br />

un mayor sentido de orientación hacia la meta futura.<br />

Encontrar un equilibrio entre los retos y la ayuda es<br />

fundamental para crear un entorno que promueva<br />

condiciones de <strong>aprendizaje</strong> óptimas y oportunidades<br />

de desarrollo social en las que los adolescentes se<br />

sientan capacitados, optimistas, motivados y dirigidos<br />

hacia los objetivos (Rathunde, Carroll y Huang, 2000).<br />

Los adolescentes con planes de futuro claros pasan<br />

una cantidad significativa de tiempo discutiendo<br />

acciones y estrategias con sus padres para que<br />

los ayuden a alcanzar sus metas educativas y<br />

laborales, y lo hacen en un entorno lleno de cariño,<br />

cuidado y apoyo (Schneider y Stevenson, 1999).<br />

Los adolescentes cuyos padres les permiten una<br />

autonomía considerable en materias relacionadas con<br />

la escuela, pero que aun así tienen altas expectativas<br />

sobre ellos, tienen mayores probabilidades de<br />

participar en comportamientos de estrategia con sus<br />

familias (Jones y Schneider, 2009). Los adolescentes<br />

cuyos padres se tomaron el tiempo de planear una<br />

estrategia con ellos tenían mayores probabilidades de<br />

que sus expectativas fuesen más elevadas. Centrarse<br />

solo en los grandes retos, fijando límites estrictos<br />

con respecto a la supervisión de los deberes y el<br />

tiempo que pasan con los amigos puede desalentar<br />

las expectativas educativas y afectar negativamente<br />

el bienestar emocional de los hijos.<br />

Conclusión: consolidación de las<br />

relaciones entre el hogar y la escuela<br />

Este capítulo se ha centrado sobre todo en la<br />

influencia que la familia —no los docentes o el<br />

personal de la escuela— tiene sobre el <strong>aprendizaje</strong><br />

de los niños, aunque, por supuesto, el grueso <strong>del</strong><br />

<strong>aprendizaje</strong> significativo ocurre en ambientes de<br />

<strong>aprendizaje</strong> formal. Cuando los padres participan en<br />

estos entornos, los resultados no son uniformemente<br />

positivos. Por ejemplo, si la participación de los<br />

padres los enfrenta a los docentes, es difícil<br />

establecer relaciones de confianza que prioricen el<br />

bienestar de los niños. El <strong>aprendizaje</strong> se ve afectado<br />

negativamente cuando las escuelas carecen de estas<br />

relaciones de confianza (Bryk y Schneider, 2002).<br />

Esto plantea la siguiente pregunta: ¿cómo se pueden<br />

estructurar las políticas para que los padres participen<br />

de manera significativa y apoyen los logros, creando<br />

una verdadera alianza?<br />

Es importante considerar las barreras potenciales<br />

a las alianzas eficaces entre el hogar y la escuela,<br />

como una baja confianza de los padres en sus capacidades<br />

y recursos limitados (Hoover-Dempsey y<br />

Sandler, 1997). Esler, Godber y Christenson (2008) recomiendan<br />

que las escuelas identifiquen proactiva y<br />

sistemáticamente a las familias que todavía no están<br />

involucradas en la educación de sus hijos y que los<br />

inviten personalmente a involucrarse. Esto debe ocurrir<br />

tanto cuando el desempeño <strong>del</strong> niño en la escuela<br />

La naturaleza <strong>del</strong> <strong>aprendizaje</strong>: Usando la investigación para inspirar la práctica 203

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