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del aprendizaje

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se ha dado en este sentido es incorporar de manera<br />

explícita, junto a los contenidos conceptuales, otros<br />

llamados procedimentales y actitudinales; o hacer<br />

convivir los campos disciplinares con competencias<br />

para el hacer y convivir. “Esta polémica está presente<br />

y no se ha resuelto todavía entre los encargados de<br />

elaborar propuestas curriculares, lo cual redunda en<br />

idas y venidas y diferentes pasos que dan lugar a una<br />

perspectiva, luego a las otras, y viceversa.” 22 (Rivas,<br />

2015:77).<br />

Un curriculum por competencias requiere a su vez<br />

redefinir los criterios que se utilizan para organizar los<br />

contenidos, para enseñarlos y para evaluarlos 23 . En<br />

resumen, un curriculum centrado en competencias<br />

desafía una nueva didáctica ya que las competencias,<br />

para ser aprendidas, requieren la planificación de desempeños<br />

en situaciones reales o cuasi reales. Y para<br />

ello, las propuestas tradicionales no son suficientes.<br />

Optar por una educación en competencias representa<br />

la búsqueda de estrategias de enseñanza que sitúen<br />

su objeto de estudio en la forma de dar respuesta<br />

satisfactoria a “situaciones reales” y, por lo tanto,<br />

complejas. La escuela, desde la lógica de la ciencia<br />

positiva parcializada, ha simplificado la realidad, pretendiendo<br />

que el alumno realice por sí solo lo que el<br />

saber establecido no ha sabido resolver, es decir, el<br />

abordaje de la realidad en toda su complejidad. Una<br />

actuación competente exige un pensamiento complejo<br />

y, consecuentemente, una enseñanza dirigida a<br />

la formación para la complejidad.<br />

La dificultad más profunda para integrar las competencias<br />

en los currículos tradicionales tiene que ver<br />

con su naturaleza. Las competencias corresponden<br />

a un paradigma científico, la complejidad, que se<br />

plantea conocer para hacer, es decir combinar los<br />

conocimientos teóricos con los de acción, diferente<br />

<strong>del</strong> paradigma de la ciencia positiva cuyo objetivo es<br />

conocer el mundo para describir sus leyes de funcionamiento<br />

(Aguerrondo, 2009).<br />

Entonces, aunque se hace evidente a través de los<br />

análisis comentados que el camino hacia estos cambios<br />

está presente en la región, por lo menos en<br />

términos de intencionalidad, también es claro que el<br />

proceso se presenta con muchas dificultades, quizás<br />

provenientes de que todavía no existe un replanteo<br />

profundo que lo legitime. Según se lee en el informe<br />

de Vezub “en un marco de reforma o actualización<br />

curricular cuasi permanente, se vislumbra cierto<br />

desplazamiento desde contenidos centrados en las<br />

disciplinas a competencias, habilidades y objetivos<br />

de <strong>aprendizaje</strong> de los alumnos. Por ejemplo, en Colombia<br />

mientras que en 1999 se lanzaron los lineamientos<br />

curriculares nacionales con una impronta<br />

disciplinar, en 2006 surgen los estándares básicos de<br />

competencias que enfatizan los desempeños espe-<br />

22 Dice Rivas en el apartado sobre los cambios curriculares en la región: “La otra tendencia que también se hizo visible en Chile, y en general en<br />

todos los países donde se diseñaron currículos por competencias, fue la convivencia entre una lógica de estándares y las disciplinas escolares.<br />

Los objetivos de <strong>aprendizaje</strong> se definieron en términos de las materias curriculares. Aunque permanecieron los objetivos transversales, la<br />

prescripción se incrementó con programas centralizados que establecieron horarios y secuencias de contenidos organizados por materias.”<br />

(Rivas, 2015:77). Asimismo, Rivas señala que “buena parte de los lenguajes curriculares se desplazó desde los viejos relatos nacionales y<br />

morales hacia propuestas de contenidos procedimentales críticos, centrados en la diversidad y la pluriperspectividad.” (Rivas, 2015:81).<br />

23 Según Tobón las competencias integran seis aspectos esenciales: procesos, complejidad, desempeño, idoneidad, metacognición y ética;<br />

que solo son posibles de integrar desde el enfoque de la complejidad. (Tobón, 2007). Esto significa que en cada competencia se debe hacer un<br />

análisis de cada uno de estos seis aspectos centrales para orientar el <strong>aprendizaje</strong> y la evaluación, lo cual tiene implicaciones en la didáctica, así<br />

como en las estrategias e instrumentos de evaluación. Estos elementos no están presentes en los currículos por competencias.<br />

La naturaleza <strong>del</strong> <strong>aprendizaje</strong>: Usando la investigación para inspirar la práctica 273

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