del aprendizaje
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Por ejemplo, cuando una función cuantitativa se puede<br />
visualizar en un gráfico de dos dimensiones, no se<br />
debe presentar en una figura tridimensional solo porque<br />
esta última es más impresionante. Asimismo, las<br />
diapositivas presentadas en la computadora no deben<br />
contener más texto, efectos o animaciones que<br />
los necesarios para captar la atención <strong>del</strong> público. Lo<br />
mismo se aplica a la lengua: cuanto más simple sea la<br />
lengua que se utilice para explicar relaciones complejas,<br />
mejor y más rápido entenderán tales conceptos<br />
los estudiantes.<br />
Cuando los estudiantes están aprendiendo a solucionar<br />
nuevos problemas con múltiples pasos (p. ej., sistemas<br />
de ecuaciones), su memoria de trabajo alcanza<br />
rápidamente su capacidad máxima. Esto es porque<br />
los estudiantes no sólo deben ejecutar los pasos concretos<br />
necesarios para solucionar el problema, sino<br />
que también deben encontrar el principio abstracto<br />
que sustenta la solución <strong>del</strong> problema. En este caso,<br />
la sobrecarga de la memoria de trabajo se puede reducir<br />
mediante ejemplos de problemas resueltos.<br />
Si los estudiantes estudian las soluciones en vez de<br />
crearlas, pueden centrarse solamente en entender<br />
la idea importante tras la solución y no tienen que<br />
preocuparse por ejecutar al mismo tiempo los pasos<br />
concretos que llevan a la solución (Renkl, 2005).<br />
8. El <strong>aprendizaje</strong> resulta de una interacción<br />
dinámica entre la emoción, la motivación y la<br />
cognición<br />
En los principios de la investigación sobre la ciencia<br />
cognitiva, muchos investigadores imaginaban la<br />
cognición humana como el procesamiento de información<br />
de una computadora. Por consiguiente, se<br />
prestaba poca atención a los aspectos emocionales<br />
y motivacionales de la cognición humana. Desde el<br />
decenio de 1960, sin embargo, las cosas han cambiado<br />
considerablemente. La motivación y la emoción<br />
ahora se reconocen como determinantes importantes<br />
<strong>del</strong> pensamiento y el <strong>aprendizaje</strong>.<br />
Muchas personas comunes y muchos docentes, y<br />
quizá incluso algunos investigadores, tienden a ver<br />
la motivación como el motor que conduce el <strong>aprendizaje</strong>.<br />
Cuando el motor está en funcionamiento, el<br />
<strong>aprendizaje</strong> tiene lugar; cuando el motor todavía está<br />
parado, no se da ningún <strong>aprendizaje</strong>. La investigación<br />
empírica demuestra que esta idea se equivoca en por<br />
lo menos tres cosas. Primero, la motivación cambia<br />
dinámica y gradualmente: no es algo que esté solo<br />
“encendido” o “apagado”. Segundo, aunque la motivación<br />
guía los procesos de <strong>aprendizaje</strong> cognitivo,<br />
también resulta de procesos cognitivos tales como el<br />
<strong>aprendizaje</strong> y el razonamiento sobre las propias competencias.<br />
Tercero, esta idea crea una falsa dicotomía<br />
entre la cognición y la motivación. Hay que desglosar<br />
ambos conceptos en sus componentes para entender<br />
cómo se influencian el uno al otro. Las metas de<br />
<strong>aprendizaje</strong> de los estudiantes y sus metas en la vida,<br />
los pensamientos sobre sus propias competencias y<br />
sus atribuciones de éxito o fracaso académico sobre<br />
diversas causas potenciales, así como sus intereses<br />
y pasatiempos, contribuyen a la compleja interacción<br />
de la cognición y la motivación.<br />
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