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urgencia: la de regular y dirigir racionalmente el proceso social<br />
del trabajo y, con ello, las relaciones humanas en general, es<br />
decir, hacerlo según un plan unitario en interés de la mayoría.<br />
Un buen ejemplar de aquel tipo liberal, como todavía se encuentra<br />
en comunidades burguesas relativamente vigorosas, ofrece<br />
una imagen de libertad, franqueza y buena voluntad. Se sabe<br />
a sí mismo como lo contrario de un esclavo; pero su sentido de<br />
la justicia y la integridad permanece siempre encerrado dentro<br />
de ciertos límites, que son impuestos por el mecanismo económico,<br />
y no se expresan en el orden de la totalidad social. Estos<br />
límites, que él reconoce, pueden cambiar en cualquier instante,<br />
para él y para cualquier otro, de tal modo que él mismo y los<br />
suyos, sin culpa alguna, se cotiviertan en mendigos. Inclu.so<br />
estos límites se pueden palpar en su libertad, en su bondad y en<br />
su amistad. Es menos su propio señor que lo que a primera<br />
vista pudiera parecer. El orgullo de la propia independencia y<br />
el respeto correspondiente por la libertad y la dignidad del<br />
prójimo son, cualquiera que sea su sinceridad, abstractos e<br />
ingenuos.<br />
Las diferencias en cuanto a propiedad constituyen el hecho<br />
social cuyo reconocimiento como algo natural sanciona de la<br />
manera más directa las relaciones de dependencia existente. El<br />
que es pobre debe trabajar duramente para poder vivir, y hasta<br />
sentir este trabajo como un gran beneficio y favor cuanto más<br />
crece el ejército de reserva estructural de la industria; y de<br />
hecho lo siente como tal en tanto pertenece al tipo autoritario-burgués.<br />
La venta «espontánea» de su fuerza de trabajo<br />
determina el acrecimiento continuo del poder de los dominantes,<br />
y la diferencia entre ambas clases en cuanto a mérito y<br />
fortuna aumenta hasta el nivel de lo fantástico. Puesto que, a<br />
medida que crece la irracionalidad del sistema, cada vez se vuelven<br />
más indiferentes, en relación con los factores exteriores del<br />
destino personal, aquellas capacidades, de todos modos especiales<br />
y aisladas, que antaño aún proporcionaban oportunidades<br />
de ascenso y que cimentaban precariamente la fable convenue<br />
de la justa armonía entre placer y trabajo, la desproporción entre<br />
la buena vida y la escala de las cualidades humanas pasa<br />
a ser cada día más manifiesta. Mientras que, en la imagen de<br />
una sociedad justa, la participación de cada uno en lo que ella<br />
arranca a la naturaleza se funda en principios racionales, aquí<br />
el hombre está abandonado al azar, cuyo reconocimiento es<br />
idéntico con la adoración del mero éxiío, este dios del mundo<br />
moderno. Este no se halla en una relación de sentido con algún<br />
esfuerzo que aventajase al de los otros en fuerza, en inteligen-<br />
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