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mo adormecido. Pero este, mientras exteriormente parecía erecer,<br />
gastaba en realidad sus últimas fuerzas». Si los grupos pe.<br />
queñoburgueses c[ue apoyaban a Savonarola hubieran sido capaces<br />
de erigir un gobierno estable, propio, seguramente el<br />
desequilibrio entre las verdaderas cualidades del monje y la<br />
imagen de superhombre que habían forjado sus seguidores no<br />
hubiera ocasionado su caída. Atribuir cualidades mágicas al<br />
caudillo, en efecto, era una condición de su influencia sobre<br />
las masas. Su fracaso fue el resultado de las diferencias que<br />
separaban a los propios grupos dominantes.<br />
En el caso de Savonarola aparece una circunstancia que atañe<br />
a la esencia de las revoluciones burguesas. Las necesidades de<br />
las masas, que se han puesto en movimiento, operan ciertamente<br />
como motor en la dinámica del proceso revolucionario;<br />
pero el estado de cosas al cual tiende el movimiento, como situación<br />
de equilibrio históricamente alcanzable, es decir el fortalecimiento<br />
del orden burgués, puede satisfacer esas necesidades<br />
sólo en un sentido limitado. Por ello interesa que las fuerzas<br />
desatadas, ya durante el movimiento mismo, se vuelvan<br />
desde afuera hacia adentro, se espiritualicen, por así decir. El<br />
proceso de «interiorización», ya operante en la Edad Media,<br />
tiene aquí una de sus raíces. Thode ha interpretado en ese sentido<br />
ya la actividad de los fundadores de órdenes desde comienzos<br />
del siglo XIII. «Ningún poder, por grande que fuese», escribe<br />
en la introducción de su obra sobre San Francisco,®<br />
«pudo acallar los justos reclamos del tercer estado, cuya conciencia<br />
despertaba, si bien, por otra parte, sus metas eran demasiado<br />
imprecisas como para que el movimiento pudiera volverse<br />
unitario y autónomo. En este punto, convocado por la<br />
eterna legalidad de un desarrollo histórico consecuente, aparece<br />
en escena Francisco de Asís, quien, con su genial capacidad<br />
para entrever y tomar las decisiones, encontró la palabra de<br />
reconciliación. El condujo la tumultuosa corriente progresista<br />
por un cauce delimitado, y conquistó así el mérito de preservarla<br />
de una prematura división, reuniendo sus fuerzas y orientándolas<br />
hacia un fin coherente. Ese fin es la interiorización<br />
del hombre .. .». Thode ve en la doctrina cristiana «el bendito<br />
cauce ordenador», y en el nuevo arte, el primer producto<br />
de ese proceso de sublimación. Con el desarrollo de las contradicciones<br />
entre burguesía y masa en los siglos posteriores, esa<br />
interiorización de intereses sociales surge como expresión de la<br />
62 H. Thode, Franz von Assist und die Anfänge der Kunst der Renaissance<br />
in Italien (San Francisco de Asís y los comienzos del arte<br />
renacentista en Italia), Berlín, 3* ed., 1926, pág. xxiv.<br />
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